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lunes, 17 de marzo de 2014

MÁS CERCA DE LA PSICOLOGIA DE NUESTROS HIJOS



Por Khadija Chikh, doctora en psicología y profesora en la universidad Lyon 2 (Francia)

Comentarios:
Mansur Mota

Traducido por Zarah Hadj Boulenouar y Mansur Mota
LINK (Página de Abdelhafiz y Khadija Chikh, editores de libros islámicos para niños: http://voyagenocturne.blogspot.com/

¡No es fácil ser padres! Solemos hablar a menudo de dar directrices a nuestros hijos, pero de hecho, somos nosotros quienes necesitamos de directrices para poderles educar [1]. ¿Acaso sabemos qué dirección tomar? ¿Cuál es la mejor educación? ¿Qué hacer en tal o cual situación? [2]. La verdad es que muchas veces nos encontramos perdidos y vamos con mucho tiento con tal de no repetir los errores que cometimos con nuestro primer hijo y, por consiguiente, no volver a cometerlos con el segundo. E, igualmente, nos guardamos mucho de cometer los errores que cometieron con sus hijos algunos de nuestros amigos, vecinos, hermanos, etc. [3]. Somos nosotros, los padres, dentro de una sociedad y un mundo que cada día avanza más rápido, quienes no sabemos cómo educar a nuestros hijos [4].


UN EQUILIBRIO FRÁGIL

En muchas ocasiones no solemos encontrar la acción correcta entre el laxismo y la severidad, y muchas veces solemos pasar de un extremo a otro [5]: si estamos cansados, cedemos a los caprichos del niño; si pensamos que ya ha recibido suficiente, no cedemos en nada de lo que nos pida; si nuestros amigos, nuestros vecinos, los padres de los amigos de nuestros hijos, nos muestran una manera mejor de educar a los niños, culpabilizándonos ellos de no ser todo lo gentiles que tendríamos que ser con nuestros hijos, entonces, bien cedemos con malestar, o bien no cedemos para nada. Y, a posteriori, nos invaden cuestiones que nos machacan la cabeza, como: “¿he actuado correctamente?”.

El modelo educativo que presenta la sociedad no es siempre bueno, como tampoco lo es el hecho que los padres se aíslen del resto de la sociedad, pensando que una educación estricta es la mejor que puede haber. Sin embargo, ninguna de estas actitudes es la mejor solución para la educación de los niños.
A pesar de ello, si somos coherentes, si reparamos en lo que es mejor para nuestros hijos y si consideramos que la educación es algo esencial, debemos tener una respuesta adaptada a las exigencias del niño, y, consecuentemente, comprenderemos mejor las consecuencias de nuestra educación, pues todo aquello que se le permite o se le niega al niño debe tener un sentido y un fin y no puede hacerse a la ligera [6].
¿Cómo establecer reglas a nuestro hijo y adaptar su educación de la mejor manera? He aquí algunas directrices que nos guiarán a no ser demasiado blandos ni demasiado severos, ya que a veces uno puede sentirse culpable por su debilidad, y a veces, sentirse culpable por el miedo a no satisfacer los deseos de su hijo.


LA AUTORIDAD

El niño ignora qué es lo mejor para él y necesita que alguien le guíe. La autoridad es lo que le permite comprender al niño las prohibiciones que, a posteriori, le servirán en la sociedad. La frustración es importante, pues para poder vivir en sociedad, el niño debe aprender que no siempre conseguirá aquello que es de su apetencia, ni tampoco obtendrá siempre lo que desee. A pesar de ello, la autoridad debe ir acompañada con el amor. Y es, por ese amor, por lo que le dictas a tu hijo prohibiciones; por su seguridad y su bienestar. Ponerle límites es ayudarle a avanzar, dirigiéndole por un camino con señales y seguro. El niño tendrá más confianza y devendrá, con más rapidez, autónomo. Sin autoridad, el niño puede sentirse arrinconado y falto de cariño, pues pensará que sus padres no se interesan por él.


EJERCER TU AUTORIDAD

He aquí nueve puntos para ejercer tu autoridad con coherencia:

1- La comunicación: una prohibición sin explicación es inútil, pues no tiene ningún sentido para el niño. Sin explicación, el niño obedecerá, pero siempre estará tentado en volver a cometer el mismo error [7].

2- Dejar un margen de acción al niño: dejarle correr pequeños riesgos, siempre con seguridad.
a. Por ejemplo, puedes dejar a tu hijo comprar pan bajo tu observación.

3- Aplícate las reglas que tú impones a tu hijo: pues tú eres un modelo para él [8].
a. Por ejemplo, si no te gusta que diga palabrotas, no las digas tú tampoco.

4- Los padres deben de estar de acuerdo entre ellos. Si el niño escucha “sí” por un lado y “no” por otro, no obedecerá nunca y se aprovechará de esta divergencia. 

5- No prohibir todo y de una manera continua. El desliz ayuda al niño a forjar su propia experiencia.

6- La lógica: un “sí” hoy y un “no” mañana, debe ser explicado al niño [9]. 

7- No ser injustos: ¿por qué no recompensar con algún regalo al niño si los resultados del colegio han mejorado? 

8- Déjale que exprese sus sentimientos. Si quiere llorar, si quiere enfadarse, si quiere explicar algo,… déjale que exprese, pero educadamente, sus posibles sentimientos exacerbados. 

9- No inspirar el miedo. Siempre es mejor inspirar el respeto para con vuestra persona y por aquello que le pides. Los cachetes imponen miedo, pero no respeto, sobre todo en la adolescencia.

La aplicación de estos criterios es importante. Aportarán a tu autoridad más coherencia y será menos arbitraria a ojos de vuestro hijo. Si no, aparecerá ante los ojos de tu hijo, una autoridad injusta que, alcanzada la adolescencia, sin saber el niño donde situarse, rechazará por completo toda tu autoridad.

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COMENTARIO

Verdaderamente, tal y como ha dicho la doctora Khadijah, ¡no es fácil ser padres! Y como hemos citado anteriormente, el imam Abû Hâmid Algazzâlî, llega a equiparar el trabajo de educar a los hijos, al combate por la causa de Al·lâh (ÿihâd). Dice el imam Algazzâlî cuando habla sobre los fines que busca la instauración del matrimonio y de la necesidad del ser humano de vivir en pareja: “el quinto provecho del matrimonio: es la lucha contra el ego (muÿâhadah an-nafs) y su ejercitación a través de la salvaguarda, la protección y el satisfacer los derechos que la familia tiene sobre uno. Todo ello, a través de la paciencia ante sus malos modales; el aguante ante su mal proceder; buscando cómo mejorar día a día sus malos hábitos; dirigirles al camino del din; ganarse la provisión lícita para ellos y educar a los niños. Todos estos trabajos comprenden inmensos beneficios para la persona que los lleva a cabo, pues comprenden – entre otras cosas – la salvaguarda y la protección de la familia. La familia es como un rebaño que uno tiene que cuidar y guiar. El favor que Al·lâh ha dispuesto en la protección de la misma es inmenso. […] Por ello, dijo el profeta Mujámmad – la paz y las bendiciones de Al·lâh sean con él –: “Todos vosotros sois pastores, y todos vosotros sois responsables de vuestro rebaño.” (Transmitido por Albujârî y otros eruditos del jadiz). Por ello, no es lo mismo quien se ha esforzado por corregir y reparar los estados propios y de los demás, que aquel que únicamente ha trabajado en reparar sus malos estados. Ni tampoco se asemeja quien ha sido paciente aguantando penurias, con quien ha descansado alejándose de responsabilidades. Por lo tanto, las penurias que trae el encargarse de la familia y de los hijos, equivale a combatir por la causa de Al·lâh (al-ÿihâd).” (Fuente: ‘ihyâ`´ulûm addîn", de `Abû Hâmid Algazzâlî 2 / 45 - 46.)

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NOTAS

1- Del mismo modo que necesitamos de directrices en muchos campos de nuestra vida, también necesitamos pautas para educar a nuestros hijos. Por ello, el Islam, como din global, no ha sido negligente ni ha dejado de lado este campo, tan importante en la vida de la persona. Es más, son muchos los textos – tanto del Sagrado Corán como de la tradición profética – que nos muestran la importancia de educar lo mejor posible a nuestros hijos.

2- Cierto que el musulmán, como siervo de Al·lâh, siempre buscará la solución en su din. Sin embargo, las sociedades y los tiempos cambian. Por ello, hay que buscar siempre – y sobre todo en estos tiempos – la ayuda de especialistas en el ámbito de la educación: tanto imames como eruditos en el Islam, como profesionales en el campo de la educación infantil. Pues lo que buscamos para nuestros hijos es precisamente eso: una educación islámica. Es decir, puede que demos con quien conozca perfectamente el Islam, pero, a la hora de la práctica, se vea incapaz de transmitir una educación fructífera a los niños; y, por otro lado, puede que encontremos a quien posea las herramientas para aportar esa educación, pero no ostente un contenido islámico correcto. Por eso, hoy día, es muy importante intentar – tanto como sea posible – compaginar todas las disciplinas para poder aportar al niño/a esa educación islámica. Si hoy día utilizamos medios científicos y modernos para cerciorarnos de la llegada del mes de Ramadán ¿cómo no vamos a usar otros métodos profesionales para el beneficio de nuestros hijos? Hay que saber diferenciar muy bien entre dos conceptos: la forma y el contenido. El contenido, en este caso el Islam y sus principios, es perenne, eterno. Pero las formas cambian de un niño a otro, de una sociedad a otra, de una época a otra. Y, nuestro problema, radica en que no nos damos cuenta – en muchas ocasiones – en que son los medios o las formas las que no dan los resultados esperados. Pues, el contenido, siempre es el mismo, pero las formas cambian.

3- El mero hecho que nos percatemos de los errores que hayamos podido cometer en un pasado respecto a la educación de nuestros hijos, denota el interés y el amor que tenemos por aportarles lo mejor en todos los ámbitos, y no únicamente en el material.

4- De ahí la necesidad de contar con la ayuda de profesionales en distintas áreas de la educación y no limitarnos únicamente a lo que un imam o un ulema pueda aconsejarnos a bien. Pues aun teniendo un nivel respecto al din y sus disciplinas, puede que sus consejos no sean el remedio idóneo para la educación de nuestros hijos, no por el contenido – volvemos a recalcar –, sino por la forma.

5- Hemos de percatarnos que éste es un tema fundamental y de importancia radical en el Islam: el de encontrar siempre el término justo (al-wasatiyah). Eso sí, el término justo en cada elección, en cada acción, en cada ocasión. Algo, que no está al alcance de muchos y que puede llevar toda una vida el poder dominar este principio fundamental en la vida de todo ser humano.

6- Es cierto que un niño no puede comprender todos los fines que hay detrás de cada una de las acciones que le mandamos hacer. Sin embargo, explicarle e informarle de ello, ayuda a desarrollar su intuición y su inteligencia. Hemos de darnos cuenta que lo mismo ocurre cuando le enseñamos a hablar o le insistimos para que repita palabras. El niño no tiene idea alguna de los significados de esas palabras que repite una y otra vez. Pero lo importante, es que entré en ese juego y vaya captándolo, hasta que, llegado a una edad determinada, comprenderá más cosas de las que nosotros podamos imaginarnos.

7- Esta misma directriz nos la enseña Al·lâh – alabado y ensalzado sea – en el Sagrado Corán, cuando nos relata la historia de Luqmân y su hijo. Siempre que Luqmân transmite una enseñanza a su hijo, de manera inmediata, le explica el por qué de la misma. Así encontramos en el Corán: “Dimos a Luqmân la sabiduría (hikmah): [y le dijimos]: ‘¡Sé agradecido con Al·lâh! Quien es agradecido lo es, en realidad, en provecho propio. […] * Y cuando Luqmân exhortó a su hijo diciéndole: ‘¡Hijo mío! ¡No asocies nadie a Al·lâh, pues la asociación es una enorme injusticia!”. (sura 31 “Luqmân”: 12 – 13). Y también le dijo: “¡No pongas mala cara a la gente, ni andes por la tierra con insolencia! Alá no ama a nadie que sea presumido, jactancioso.”. (sura 31 “Luqmân”: 18).

8- Es éste un principio muy importante en el Islam: el que las palabras de una persona vengan ratificadas por sus actos. Dice Al·lâh: “¡Creyentes! ¿Por qué decís lo que no hacéis? Alá aborrece enormemente que prediquéis lo que no hacéis.” (sura 61 “la fila”: 2 – 3). Por ello, Al·lâh, nos incita encarecidamente a que tomemos como modelo en nuestra vida diaria al profeta Mujámmad, aquél cuya obra nunca contradijo sus palabras.

9- Esto mismo hizo el Profeta en varias ocasiones: explicó a la gente el por qué de la abrogación de ciertos preceptos. Por ejemplo, el profeta Mujámmad dijo en un jadiz: “En su día os prohibí visitar las tumbas. Hacedlo ahora, pues ellas hacen que viváis austeramente y os recuerdan la Otra vida.” (Transmitido por `Ahmad y otros eruditos del jadiz).

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