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domingo, 9 de febrero de 2014

SOBRE LA PURIFICACIÓN ESPIRITUAL Y LA FELICIDAD (2ª parte)


Nosotros no sabemos qué es lo que realmente nos beneficia; y aun conociéndolo, no son pocas las ocasiones en que, conducidos por la ignorancia y terquedad de las pasiones y deseos que de nuestro ego emanan, nos vemos arrastrados a cometer actos ilícitos e impropios de gente creyente. De ahí, que una de las características más destacadas del ego, es su eterno e imperecedero deseo de vivir en la satisfacción. En esta empresa, el ego siempre busca el camino más rápido y fácil y, para ello, emplea todas las argucias posibles, aunque ello le acarree a la persona perjuicios a corto o largo plazo.
          Por el contrario, el ego humano detesta lo difícil y aquello que precisa de tiempo; rehúye cualquier tipo de perjuicio, daño, dolor o algo que no vaya acorde con su cometido de alcanzar aquello que le ayude a adquirir la satisfacción y el gozo que su ego le demanda en todo momento. Sobre todo, lo que nunca desea el ego, es el sometimiento a órdenes ajenas, es decir, a mandatos que no surjan de sí mismo. Únicamente lo hace, cuando estas órdenes concuerdan con lo que sus pasiones y deseos le dictan. Dios nos habla en el Corán sobre la verdad de esta esencia humana diciendo lo siguiente: ¡Por el alma (nafs) y Quien la ha dado forma, * y ha dispuesto en ella su propensión al pecado y al guardarse de Dios. * Bienaventurado será quien la purifique; * decepcionado quien la corrompa.  ﴿(sura 91 “el sol”: 7 – 10).

          El alma del ser humano – por la configuración que Dios le ha dispensado –, es propensa tanto a hacer el bien como a hacer el mal. Por ello, lo que busca el Islam a través de su disciplina estructurada en base a unas normas y preceptos determinados, es la purificación del ego humano (nafs) y, consecuentemente, educarlo para que sea propenso a hacer el bien, más que a hacer el mal. Pues, tal y como hemos citado anteriormente, por mucho que el ser humano purifique su ego (nafs), éste le continuará susurrando para caer en lo vedado y, así, el ser humano tropiece y caiga en cualquier momento en las redes maquinadas por su propio ego.
          El Corán nos muestra como Dios envió al profeta Mujámmad – entre otras cosas –, para purificar el ego o el alma de los seres humanos: Dios ha agraciado a los creyentes al enviarles un mensajero  (el profeta Mujámmad) salido de ellos, que les recita sus aleyas, les purifica, y les enseña el Libro (al·kitâb) y la sabiduría (hikmah). Antes estaban, evidentemente, extraviados.  ﴿ (sura 3 “la familia de Imrân: 164). Y dice: [Dios] es quien ha mandado a los gentiles un mensajero salido de ellos, que les recita sus aleyas, les purifica, y les enseña el Libro y la Sabiduría. Antes estaban, evidentemente, extraviados.﴿ (sura 62 “el viernes”: 2).
         
          El Islam busca materializar en toda persona, dos tipos de purificación: una mental y otra espiritual, para que así, las obras humanas vayan conformes a la moral, la justicia y la buena acción. Por ello, el hecho que una persona pueda – aunque sea mínimamente – purificar su ego de algún tipo de inmundicia moral, espiritual y/o mental, ello se considera una gracia de Dios concedida a esa persona: ¡Creyentes! ¡No sigáis los pasos del demonio! A quien sigue los pasos del demonio, (que sepa que) éste le ordena lo deshonesto y lo reprobable. Si no fuera por el favor de Al·lâh y su misericordia para con vosotros, nunca habría purificado a ninguno de vosotros. Pero Al·lâh purifica a quien él quiere. Al·lâh todo lo oye, todo lo sabe.  ﴿(sura 24 “la luz”: 21).

          El Corán no deja de recalcar que el hecho de que el ser humano se purifique, es algo que redunda en su propio beneficio: nadie cargará con carga ajena. Y si alguien, abrumado por su carga, pide ayuda a otro, no se le ayudará nada, aunque sea pariente. Tú (Mujámmad) sólo debes advertir a los que tienen miedo de su Señor en secreto y hacen la zalá. Quien se purifica, se purifica, en realidad, en provecho propio. ¡Es Dios el fin de todo!﴿. (sura 35 “el Originador”: 18).
         
          En conclusión, lo que busca el Islam con la purificación de la persona, es que se implante en su corazón las mejores virtudes y las más bellas cualidades dignas del creyente, como, en lo referente a Dios: el guardarse de Dios, la sinceridad, la paciencia, la perseverancia, la introspección, el temor de Dios, la penitencia, el encomendarse a Dios, la rectitud, la meditación en la creación, el apresurarse en hacer buenas acciones, la lucha contra su propio ego, entregarse a Al·lâh,…

          Y para con los seres humanos, las buenas cualidades como: la incitación al bien, la colaboración en las buenas obras, el buen consejo, ser justos con los demás, mandar lo que está bien y prohibir lo que está mal, cumplir sus obligaciones, reconciliar a la gente, el buen trato a los padres, el buen trato a los familiares, ayudar al necesitado, encargarse de los huérfanos, dar de comer al hambriento, gastar el dinero en cosas de provecho, ayudar al pobre, visitar y cuidar a los enfermos, ser cariñoso con los niños, sacrificarse por los demás, alejarse de las cosas corruptas, ser indulgente y amable, perdonar a quien a cometido una injusticia sobre él, ser modesto, salvaguardar los secretos, hablar educadamente, no insultar, no difamar, no engañar, no mentir, no robar, no transgredir la dignidad de nadie,… y todas las bellas cualidades que Al·lâh, a través de su mensaje, el Islam, ha pedido a todo creyente poner en práctica en su día a día.

          Podríamos citar, no sólo uno, sino muchos más textos para cada una de estas buenas cualidades a las que invita el Islam, sin embargo, nuestro propósito en este libro es únicamente exponer, de manera genérica, el mensaje que predica y transmite el Corán.

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