Por Khadija Chikh, doctora en psicología y profesora en la universidad
Lyon 2 (Francia)
Comentarios:
Mansur Mota
Traducido por Zarah Hadj Boulenouar y Mansur Mota
LINK (Página de Abdelhafiz y Khadija Chikh, editores de libros islámicos
para niños: http://voyagenocturne.blogspot.com/
¡No es fácil ser padres! Solemos hablar a menudo de dar directrices a
nuestros hijos, pero de hecho, somos nosotros quienes necesitamos de
directrices para poderles educar [1]. ¿Acaso sabemos qué dirección tomar? ¿Cuál
es la mejor educación? ¿Qué hacer en tal o cual situación? [2]. La verdad es
que muchas veces nos encontramos perdidos y vamos con mucho tiento con tal de
no repetir los errores que cometimos con nuestro primer hijo y, por
consiguiente, no volver a cometerlos con el segundo. E, igualmente, nos guardamos
mucho de cometer los errores que cometieron con sus hijos algunos de nuestros
amigos, vecinos, hermanos, etc. [3]. Somos nosotros, los padres, dentro de una
sociedad y un mundo que cada día avanza más rápido, quienes no sabemos cómo
educar a nuestros hijos [4].
UN EQUILIBRIO FRÁGIL
En muchas ocasiones no solemos encontrar la acción correcta entre el
laxismo y la severidad, y muchas veces solemos pasar de un extremo a otro [5]:
si estamos cansados, cedemos a los caprichos del niño; si pensamos que ya ha
recibido suficiente, no cedemos en nada de lo que nos pida; si nuestros amigos,
nuestros vecinos, los padres de los amigos de nuestros hijos, nos muestran una
manera mejor de educar a los niños, culpabilizándonos ellos de no ser todo lo
gentiles que tendríamos que ser con nuestros hijos, entonces, bien cedemos con
malestar, o bien no cedemos para nada. Y, a posteriori, nos invaden cuestiones
que nos machacan la cabeza, como: “¿he actuado correctamente?”.
El modelo educativo que presenta la sociedad no es siempre bueno, como
tampoco lo es el hecho que los padres se aíslen del resto de la sociedad,
pensando que una educación estricta es la mejor que puede haber. Sin embargo,
ninguna de estas actitudes es la mejor solución para la educación de los niños.
A pesar de ello, si somos coherentes, si reparamos en lo que es mejor
para nuestros hijos y si consideramos que la educación es algo esencial,
debemos tener una respuesta adaptada a las exigencias del niño, y,
consecuentemente, comprenderemos mejor las consecuencias de nuestra educación, pues todo aquello que se le permite o se le niega al niño debe tener un
sentido y un fin y no puede hacerse a la ligera [6].
¿Cómo establecer reglas a nuestro hijo y adaptar su educación de la
mejor manera? He aquí algunas directrices que nos guiarán a no ser demasiado
blandos ni demasiado severos, ya que a veces uno puede sentirse culpable por su
debilidad, y a veces, sentirse culpable por el miedo a no satisfacer los deseos
de su hijo.
LA AUTORIDAD
El niño ignora qué es lo mejor para él y necesita que alguien le guíe. La
autoridad es lo que le permite comprender al niño las prohibiciones que, a
posteriori, le servirán en la sociedad. La frustración es importante, pues para
poder vivir en sociedad, el niño debe aprender que no siempre conseguirá
aquello que es de su apetencia, ni tampoco obtendrá siempre lo que desee. A
pesar de ello, la autoridad debe ir acompañada con el amor. Y es, por ese amor,
por lo que le dictas a tu hijo prohibiciones; por su seguridad y su bienestar.
Ponerle límites es ayudarle a avanzar, dirigiéndole por un camino con señales y
seguro. El niño tendrá más confianza y devendrá, con más rapidez, autónomo. Sin
autoridad, el niño puede sentirse arrinconado y falto de cariño, pues pensará
que sus padres no se interesan por él.
EJERCER TU AUTORIDAD
He aquí nueve puntos para ejercer tu autoridad con coherencia:
a. Por ejemplo, puedes dejar a tu hijo comprar pan bajo tu observación.
a. Por ejemplo, si no te gusta que diga palabrotas, no las digas tú
tampoco.
4- Los padres deben de estar de acuerdo entre ellos. Si el niño escucha “sí” por un lado y “no” por otro, no obedecerá nunca y se aprovechará de esta divergencia.
5- No prohibir todo y de una manera continua. El desliz ayuda al niño a forjar su propia experiencia.
6- La lógica: un “sí” hoy y un “no” mañana, debe ser explicado al niño [9].
7- No ser injustos: ¿por qué no recompensar con algún regalo al niño si los resultados del colegio han mejorado?
8- Déjale que exprese sus sentimientos. Si quiere llorar, si quiere enfadarse, si quiere explicar algo,… déjale que exprese, pero educadamente, sus posibles sentimientos exacerbados.
9- No inspirar el miedo. Siempre es mejor inspirar el respeto para con vuestra persona y por aquello que le pides. Los cachetes imponen miedo, pero no respeto, sobre todo en la adolescencia.
La aplicación de estos criterios es importante. Aportarán a tu autoridad
más coherencia y será menos arbitraria a ojos de vuestro hijo. Si no, aparecerá
ante los ojos de tu hijo, una autoridad injusta que, alcanzada la adolescencia,
sin saber el niño donde situarse, rechazará por completo toda tu autoridad.
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COMENTARIO
Verdaderamente, tal y como ha dicho la doctora Khadijah, ¡no es fácil
ser padres! Y como hemos citado anteriormente, el imam Abû Hâmid Algazzâlî,
llega a equiparar el trabajo de educar a los hijos, al combate por la causa de
Al·lâh (ÿihâd). Dice el imam Algazzâlî cuando habla sobre los fines que busca la
instauración del matrimonio y de la necesidad del ser humano de vivir en
pareja: “el quinto provecho del matrimonio: es la lucha contra el ego
(muÿâhadah an-nafs) y su ejercitación a través de la salvaguarda, la protección
y el satisfacer los derechos que la familia tiene sobre uno. Todo ello, a
través de la paciencia ante sus malos modales; el aguante ante su mal proceder;
buscando cómo mejorar día a día sus malos hábitos; dirigirles al camino del din; ganarse la provisión lícita para ellos y educar a los niños. Todos estos
trabajos comprenden inmensos beneficios para la persona que los lleva a cabo,
pues comprenden – entre otras cosas – la salvaguarda y la protección de la
familia. La familia es como un rebaño que uno tiene que cuidar y guiar. El
favor que Al·lâh ha dispuesto en la protección de la misma es inmenso. […] Por
ello, dijo el profeta Mujámmad – la paz y las bendiciones de Al·lâh sean con él –:
“Todos vosotros sois pastores, y todos vosotros sois responsables de vuestro
rebaño.” (Transmitido por Albujârî y otros eruditos del jadiz). Por ello, no
es lo mismo quien se ha esforzado por corregir y reparar los estados propios y
de los demás, que aquel que únicamente ha trabajado en reparar sus malos
estados. Ni tampoco se asemeja quien ha sido paciente aguantando penurias, con
quien ha descansado alejándose de responsabilidades. Por lo tanto, las penurias
que trae el encargarse de la familia y de los hijos, equivale a combatir por la
causa de Al·lâh (al-ÿihâd).” (Fuente: ‘ihyâ`´ulûm addîn", de `Abû Hâmid Algazzâlî 2 / 45 - 46.)
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NOTAS
1- Del mismo modo que necesitamos de directrices en muchos campos de
nuestra vida, también necesitamos pautas para educar a nuestros hijos. Por
ello, el Islam, como din global, no ha sido negligente ni ha dejado de lado
este campo, tan importante en la vida de la persona. Es más, son muchos los
textos – tanto del Sagrado Corán como de la tradición profética – que nos
muestran la importancia de educar lo mejor posible a nuestros hijos.
2- Cierto que el musulmán, como siervo de Al·lâh, siempre buscará la
solución en su din. Sin embargo, las sociedades y los tiempos cambian. Por
ello, hay que buscar siempre – y sobre todo en estos tiempos – la ayuda de
especialistas en el ámbito de la educación: tanto imames como eruditos en el
Islam, como profesionales en el campo de la educación infantil. Pues lo que
buscamos para nuestros hijos es precisamente eso: una educación islámica. Es
decir, puede que demos con quien conozca perfectamente el Islam, pero, a la
hora de la práctica, se vea incapaz de transmitir una educación fructífera a los
niños; y, por otro lado, puede que encontremos a quien posea las herramientas
para aportar esa educación, pero no ostente un contenido islámico correcto. Por
eso, hoy día, es muy importante intentar – tanto como sea posible – compaginar
todas las disciplinas para poder aportar al niño/a esa educación islámica. Si
hoy día utilizamos medios científicos y modernos para cerciorarnos de la llegada
del mes de Ramadán ¿cómo no vamos a usar otros métodos profesionales para el
beneficio de nuestros hijos? Hay que saber diferenciar muy bien entre dos
conceptos: la forma y el contenido. El contenido, en este caso el Islam y sus
principios, es perenne, eterno. Pero las formas cambian de un niño a otro, de
una sociedad a otra, de una época a otra. Y, nuestro problema, radica en que no
nos damos cuenta – en muchas ocasiones – en que son los medios o las formas las
que no dan los resultados esperados. Pues, el contenido, siempre es el mismo, pero
las formas cambian.
3- El mero hecho que nos percatemos de los errores que hayamos podido
cometer en un pasado respecto a la educación de nuestros hijos, denota el
interés y el amor que tenemos por aportarles lo mejor en todos los ámbitos, y
no únicamente en el material.
4- De ahí la necesidad de contar con la ayuda de profesionales en
distintas áreas de la educación y no limitarnos únicamente a lo que un imam o
un ulema pueda aconsejarnos a bien. Pues aun teniendo un nivel respecto al din y sus disciplinas, puede que sus consejos no sean el remedio idóneo para la
educación de nuestros hijos, no por el contenido – volvemos a recalcar –, sino
por la forma.
5- Hemos de percatarnos que éste es un tema fundamental y de
importancia radical en el Islam: el de encontrar siempre el término justo
(al-wasatiyah). Eso sí, el término justo en cada elección, en cada acción, en
cada ocasión. Algo, que no está al alcance de muchos y que puede llevar toda
una vida el poder dominar este principio fundamental en la vida de todo ser
humano.
6- Es cierto que un niño no puede comprender todos los fines que hay
detrás de cada una de las acciones que le mandamos hacer. Sin embargo,
explicarle e informarle de ello, ayuda a desarrollar su intuición y su
inteligencia. Hemos de darnos cuenta que lo mismo ocurre cuando le enseñamos a
hablar o le insistimos para que repita palabras. El niño no tiene idea alguna
de los significados de esas palabras que repite una y otra vez. Pero lo
importante, es que entré en ese juego y vaya captándolo, hasta que, llegado a
una edad determinada, comprenderá más cosas de las que nosotros podamos
imaginarnos.
7- Esta misma directriz nos la enseña Al·lâh – alabado y ensalzado sea – en
el Sagrado Corán, cuando nos relata la historia de Luqmân y su hijo. Siempre
que Luqmân transmite una enseñanza a su hijo, de manera inmediata, le explica
el por qué de la misma. Así encontramos en el Corán: “Dimos a Luqmân la
sabiduría (hikmah): [y le dijimos]: ‘¡Sé agradecido con Al·lâh! Quien es
agradecido lo es, en realidad, en provecho propio. […] * Y cuando Luqmân
exhortó a su hijo diciéndole: ‘¡Hijo mío! ¡No asocies nadie a Al·lâh, pues la
asociación es una enorme injusticia!”. (sura 31 “Luqmân”: 12 – 13). Y también
le dijo: “¡No pongas mala cara a la gente, ni andes por la tierra con
insolencia! Alá no ama a nadie que sea presumido, jactancioso.”. (sura 31
“Luqmân”: 18).
8- Es éste un principio muy importante en el Islam: el que las palabras
de una persona vengan ratificadas por sus actos. Dice Al·lâh: “¡Creyentes! ¿Por
qué decís lo que no hacéis? Alá aborrece enormemente que prediquéis lo que no
hacéis.” (sura 61 “la fila”: 2 – 3). Por ello, Al·lâh, nos incita encarecidamente
a que tomemos como modelo en nuestra vida diaria al profeta Mujámmad, aquél
cuya obra nunca contradijo sus palabras.
9- Esto mismo hizo el Profeta en varias ocasiones:
explicó a la gente el por qué de la abrogación de ciertos preceptos. Por
ejemplo, el profeta Mujámmad dijo en un jadiz: “En su día os prohibí visitar
las tumbas. Hacedlo ahora, pues ellas hacen que viváis austeramente y os
recuerdan la Otra vida.” (Transmitido por `Ahmad y otros eruditos del jadiz).
Excelente, muchas gracias
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