La fe es un hecho singular e
intransferible que experimenta todo ser humano en su ser, y que le lleva a sentir
la presencia de una divinidad absoluta y trascendente que domina toda la
existencia. Dicha fe se manifiesta, a posteriori, a través de algún tipo de
religión o camino espiritual.
La espiritualidad – en cualquiera de
sus manifestaciones – es aquella expresión humana de dicha fe que emana de lo
más profundo del fuero interno de su corazón.
Cada religión o camino
espiritual ostenta unas creencias, una ética, una moral y unas prácticas de culto, que la definen y estructuran su razón de ser.
Uno de los
grandes problemas que sufrimos los musulmanes como comunidad, es la falta de
una formación y educación idóneas que nos enseñen el auténtico mensaje del
Islam en su globalidad y conforme a los postulados que éste transmite y predica.
Por experiencia propia y por mi
formación académica islámica, puedo dar testimonio y decir – con poco margen de
equivocación –, que la mayoría de nosotros tenemos un conocimiento vago,
difuso, parcial, interesado e, incluso - en muchas ocasiones - politizado de nuestra religión.
No cabe duda
que el Islam es un sistema ético global que aporta al ser humano las
herramientas intelectuales, humanas y espirituales para hacer de él un regente
(jalîfah) de Dios en este mundo. ¿Qué significa ser el
regente de Dios? Pues que el ser humano devenga, con su comportamiento, su
actitud y su realización espiritual, un foco de la Luz divina; una Luz de la que
emana la misericordia y el amor divino.
El problema,
entre muchos otros, es que quienes nos transmiten el Islam, no saben diferenciar
el contexto singular histórico-político que tuvieron que vivir los primeros
musulmanes, del propio mensaje del Islam.
Hasta tal
punto, que uno puede llegar a creer que la lucha y el combate debe ser una
cualidad del buen musulmán que quiere seguir los pasos del Profeta y la primera
generación de los musulmanes.
El Profeta - la paz y las bendiciones sean con él - y
sus Compañeros, no lucharon para realizarse espiritualmente o para completar su din,
sino que como comunidad que sufrió persecución, se vio envuelta en un conflicto
que tuvo que solventar bajo la ética y los principios del Islam; ni el
combate era considerado una virtud en sí mismo, ni el Islam alentó a la
violencia sin más como un modo de obtener la complacencia de Dios.
Es más, el propio profeta Mujámmad – la paz y
las bendiciones sean con él - enseñó a sus Compañeros - y a nosotros - lo siguiente: “No deseéis el encuentro con vuestro enemigo; es
más, pedid a Al·lâh que nunca tengáis que ir a la guerra” (Transmitido por
Albujârî y Muslim).
Lo que es realmente estrambótico, es
que alguien acceda al Islam y su único deseo sea el alistarse en un grupo POLÍTICO
radical de tinte islamista-islamoide, que su único fin es expandir la
violencia, la intolerancia, el radicalismo, la sinrazón, el odio,… y demás pensamientos
esquizofrénicos y oscurantistas de los que, desgraciadamente, hacen gala.
Sin duda alguna, toda persona que accede
al Islam con esta intención o, una vez dentro, accede a ello, deja en evidencia
su supina ignorancia respecto a los principios y las enseñanzas del Islam.
Se puede decir, que más que un acto
de fe, lo que se culmina en tales situaciones es una afiliación
político-ideológica con tintes religiosos.
Dicen nuestros ulemas: “La fe, sin
Islam, es un extravío; y el Islam, sin fe, es una hipocresía”.
Pido a Dios que
nos ayude a encontrar las soluciones correctas para poder solventar los
problemas y los retos ante los que nos enfrentamos TODOS.
Pero también,
exigir RESPONSABILIDAD a aquellos que tienen en sus manos las decisiones y los medios para tomar las medidas
necesarias.
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