No hay peor ignorante que quien ignora su propia ignorancia. Por ello, quien se sabe a sí mismo que no sabe, ha obtenido un saber que nadie más le puede otorgar. Y, por lo tanto, la persona no debe apenarse, sino congratularse por haber llegado a esa conclusión; pues ello, en sí mismo, es un saber (y muy valioso por cierto).
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