Al·lâh – ensalzado sea – ha establecido
diferentes estados de consciencia y de concebir el mundo a lo largo de la vida
del ser humano y que difieren en muchos y múltiples momentos a lo largo de la vida de una
persona.
Aunque seamos adultos, no todos
tenemos el mismo conocimiento, ni el mismo saber, ni el mismo nivel de
consciencia, ni el mismo nivel espiritual; niveles, éstos, que nos ayudan a
percatarnos de nuestras dos realidades: la tangible y la intangible. Sin embargo – y como es sabido por
todos – los niños, debido a su configuración mental y racional – que no humana
y espiritual – no disponen de una consciencia racional que les haga
percatarse de muchos asuntos que les rodean y que, por tanto, se les escapan.
Por ello, nosotros, como padres,
tutores y, sobre todo, responsables de la educación islámica de nuestros hijos,
no podemos obviar ni ser negligentes en el nivel de consciencia de los niños
que tenemos a nuestro cargo.
Con estas palabras me refiero a un asunto importante y que, por desgracia, no tenemos en cuenta cuando llega el mes sagrado de Ramadán. Me refiero a
cuáles deben ser las formas – que no el fondo – que debemos usar y utilizar para transmitir
a nuestros hijos la llegada de este bendito mes y, así, comenzar a introducirles desde
su infancia en la vivencia de las prácticas espirituales de la vida de todo
musulmán.
El error ‘clásico’ que se comete en
la mayoría de las familias – por ignorancia – es el de querer que nuestros
hijos sigan nuestra ‘práctica’ del din del Islam, olvidándose por completo la
esencia y la sapiencia de las cosas que supuestamente practicamos. Obligamos a
los niños a que sigan una serie de normas, preceptos y prácticas, sin que tengan
un mínimo de saber respecto a las esencias espirituales y fundamentales en las
que se sostiene nuestro din del Islam.
No nos damos cuenta – como he dicho
antes – que nuestros hijos no ostentan una consciencia racional tal que les
ayude a concebir y a comprender realmente la esencia profunda de las enseñanzas
de nuestro din. ¿Cómo pretendemos, entonces, que nuestros hijos lleguen a ser
conscientes de estas cosas cuando nosotros mismos no lo somos de ellas? ¿Somos
nosotros realmente conscientes de lo que representa Ramadán? ¿Sabemos realmente
cómo sacar el máximo provecho de este pilar del Islam? ¿Cómo podemos transmitir
a otros algo que nosotros mismos desconocemos e ignoramos?
Éste, sin duda, es otro tema que
podríamos tratar. Sin embargo, ahora nos toca hablar de los pequeños y qué
podemos y debemos hacer para que empiecen a vivir y a sentir humana e espiritualmente el ayuno del mes de Ramadán.
Los niños, como he dicho, no pueden
percatarse racionalmente de muchas cosas que le rodean. Sin embargo, hay muchos
modos de hacerles comprender y, sobre todo, experimentar, pequeñas esencias de lo que representa el ayuno en nuestro din y el mes de Ramadán.
Estos son algunos consejos y pautas
que, humildemente, presento para quien quiera llevarlos a la práctica en su
hogar con sus niños:
- Comenzar a hablarles y a comentarles, que el mes más importante del
año, aquel que Al·lâh ha elegido para revelar su última carta a toda la gente (el Sagrado Corán),
está a punto de llegar.
-
Adornar la casa. A los niños les encanta los colores y
las formas, algo que forma parte de la fitra que Al·lâh ha dispuesto en el ser
humano y que ellos, como niños, experimentan más que nadie. Por ello, es muy
recomendable adornar la casa y poner carteles sobre Ramadán, para que así, ese
mensaje les entre por los ojos. Y, no olvidar, que Al·lâh, como dijo el profeta
Mujámmad – la paz sea con él – “Es bello y ama la belleza”. Por ello,
engalanemos y embellezcamos nuestra casa para recibir el mes más hermoso del
año.
o
A modo de ejemplo, podemos poner un pequeño cartel en
casa con los días que faltan para Ramadán y, así, ellos mismos vayan entrando
en esa ‘cuenta atrás’ para recibir al mejor de los invitados: Ramadán.
-
Dejarles – aunque en la mayoría de las ocasiones parte de ellos mismos la inicitativa – a que comiencen
a ayunar unas pocas horas del día, pues ello, sin duda, genera en el niño un
sentimiento de comunidad, capacidad y participación en algo que – en teoría,
para él – es algo propio de los adultos. Cosa, que hace crecer su autoestima.
-
Invitar a familiares y amigos a la ruptura del mes de
Ramadán, tanto a musulmanes como a no musulmanes. Pues, como ya es sabido, uno
de los momentos más hermosos de los días de Ramadán lo experimentamos en torno
a la mesa de la ruptura del ayuno, no tanto por la comida – que también es un
don y un placer que Al·lâh nos ha otorgado – sino por compartir el momento
donde se rompe el ayuno y, como dice el jadiz de nuestro amado profeta Mujámmad - la paz y las bendiciones sean con él -, encontrar esa alegría por haber
llevado a cabo un día de ayuno ofrecido con sinceridad plena a Al·lâh.
- Llevar a los niños algunos días a la mezquita – sobre todo
por la noche, durante el rezo de la zalá del (tarawih), pero con la
intención de que ellos también participen de la adoración. Por desgracia, hay
muchos padres que se llevan a sus hijos a las mezquitas con la Nintento o la
PS Vita para que, mientras el reza, el niño se quede en la parte de atrás
jugando y, así, deje tranquilo a su padre para que haga la zalá. ¿Así va a
aprovechar nuestro hijo algo de Ramadán?
o
Las mezquitas deberían realizar charlas sobre el Islam
en español durante este mes y, así, los niños también participasen y ‘se
alimentaran’ de la espiritualidad de Ramadán. Pero, por desgracia, la mayoría de las mezquitas –
por no decir todas – que imparten clases y charlas en este mes sagrado de Ramadán, se hace en lengua árabe clásica.
o Por lo menos, deberían realizar alguna que
otra charla pequeña dirigida a los niños, en su lenguaje y con sus formas, no
con las nuestras. Pues de lo contrario, todo les sonará a chino.
La verdad, es que tampoco
necesitan mucho más, pues, como he dicho, su nivel de consciencia no les permite
comprender o abarcar todo lo que el mes de Ramadán encierra y abarca. Pero, con
estas mínimas pautas, haremos que nuestros hijos experimenten pequeñas esencias espirituales y humanas del ayuno y de la bendición de Ramadán que, con el tiempo, irán
generando en él – con el permiso de Al·lâh – el amor y el sentimiento que todo
musulmán debe tener para con los ritos y prácticas del din revelado por Al·lâh
a todos los seres humanos.
Pedimos a Al·lâh que nos ayude en la
educación de nuestros hijos, que seamos los mejores padres y madres para ellos,
y que nos facilite todos nuestros asuntos en esta vida y en la otra.
Que la paz y las bendiciones sean con
el profeta Mujámmad, con su familia inmaculada y con sus piadosos Compañeros, y Alabado sea Al·lâh señor del
universo.
Sheij Vicente Mota / Mansur 22 de Sha'bân de 1435 / 22 de junio de 2014.
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