(Del libro “De qué habla el Corán” de Mansur Mota)
La
purificación del alma o ego humano (nafs)
Otro de los grandes fines que el Corán
busca realizar en el ser humano es la purificación de su alma. Esta esencia
establecida en el ser humano y dispuesta por Dios, es denominada en árabe como
(nafs), aunque, según el contexto, suele traducirse por: alma, ego,
psique, u otros términos similares.
El ego humano, por concepción natural (fitrah),
no es malo ni es bueno en sí mismo, sino que, simplemente, vive en un continuo
tira y afloja entre dos cosas: cumplir con aquello que es de la complacencia de
su amado, su Señor – y, que como hemos dicho, redunda en su propio beneficio –
o en dejarse llevar por su pasión.
Las obras que lleva a cabo la persona
cuando se deja aconsejar falsamente por su pasión, suelen ir engalanadas con el
traje del disfrute y el placer de lo sensible, es decir, aquello que produce goce
en el ser humano a través de los sentidos. Sin embargo, del mismo modo en que
este placer es dulce e instantáneo, es igualmente fatuo y fugaz. Por ello,
nuestra alma siempre nos pide más, pues es insaciable de lo sensible y, si no
se la educa, acaba enganchándose a esos placeres para sentir, así, ese goce
continuo de lo sensorial.
Por desgracia, mucha gente piensa que es
feliz cuando se encuentra sumido en un estado perpetuo del placer de lo
sensible, de lo sensorial, de los sentidos. Sin embargo, la experiencia misma
nos enseña, que una cosa es el placer y, otra bien distinta, la felicidad. Esa
felicidad únicamente puede conseguirla el ser humano si busca en su interior y no
en su exterior. Si queremos saborear en nuestra vida algún tipo de felicidad, debemos
ahondar en lo más profundo de nuestro fuero interno, pues la auténtica
felicidad no depende de agentes externos, sino de internos. Aquel que se engañe
a sí mismo o se deje engañar pensando que obtendrá “la felicidad” sosteniéndose
sobre agentes externos – más aún si se trata de lo sensorial –, que sepa, que
aquello a lo que él llamará felicidad, no será más que erráticas sensaciones de
un placer que, nada más empezarlo a sentir, se le estará escapando de las
manos.
Nunca debemos olvidar que la felicidad
es un estado (hâl) y no una estación espiritual (maqâm)
que exista o a la cuál debamos aspirar; otro asunto bien diferente, es que
sintamos felicidad y bienestar cuando alcanzamos y experimentamos un determinado
estadio espiritual. No obstante, una de los cometidos más hermosos que puede
plantearse la persona en esta vida, es la de ser feliz y hacer felices a los
demás.
Estos placeres sensibles de los que hablamos son fruto de nuestra
condición animal; sin embargo, no por ello son malos. Lo único que hace el
Islam es enseñarnos a guiarlos y encauzarlos para que no se conviertan en el
fin de nuestras vidas, es decir, no dejar que estos placeres se entronen en
nuestro corazón y, consecuentemente, devengamos esclavos de lo placentero. Y
decimos placentero y no sensible, pues aquello que causa placer en el ser
humano no procede únicamente de los sentidos o lo sensible, sino también del
espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario