He aquí una historia verídica que
nos ha llegado. Unas palabras entre Hâtim Alasamm y su maestro llamado Shaqiq Albaljî
(ambos del siglo tercero de la Hégira). Un día Shaqiq, el maestro, le dijo
a Hâtim, su alumno: “Has estado a mi lado durante treinta años. ¿Qué has
aprendido en este tiempo?”
Hâtim le respondió: He tomado
del saber (que enseña el Islam) ocho cosas que me son de provecho y, éstas, me
son suficientes, pues espero con la puesta en práctica de las mismas mi
salvación en la otra vida.
Shaqiq su maestro le preguntó:
¡¿Y cuáles son esas ocho cosas?!
Hâtim le dijo:
La primera: me fijé en la gente y vi que
todos amaban y deseaban a alguien o algo en concreto. Luego, algunos de dichos amados,
acompañaban a sus seres queridos hasta la enfermedad que era causa de la muerte
de su compañero y, su amado, le dejaba. Otros acompañaban a sus amados hasta el
hoyo de la tumba y luego los dejaban solos, sin que ninguno de ellos entrara
con él en su tumba. Por eso pensé: “el mejor amado que puede acompañar al ser
humano, es aquel que le acompañe incluso hasta después de la muerte y le
acompañe en la tumba”. Así, me puse a buscar, y no encontré otro amado mejor que
se dieran en él dichas cualidades, más que las buenas obras. Por eso, tome las
buenas obras o las buenas acciones como amante, para que así, mi amado no me
deje solo en la tumba; y me iluminasen en lo más oscuro.
La segunda: vi a la gente como tomaba como
guía y modelo a sus propias pasiones y como se apresuraban en satisfacer los
deseos de sus egos. Entonces, medité en la palabra de Dios cuando dijo en el
Corán: “Aquel que tema el encuentro de Su Señor y niegue al alma la pasión
que desea, * su lugar de descanso será el Paraíso”. Y yo, con la
certidumbre en la palabra de Dios, me apresuré en contradecir a mi ego y me
esforcé todo lo que pude en luchar contra él y negarle todo lo que me pedía.
Así, no le di la satisfacción de complacerlo con aquello que deseaba, para que
así, aprendiera a vivir complacido con la voluntad de Dios.
La tercera: vi que todo el mundo se
esforzaba al máximo en aglutinar todo lo que podía de los bienes y riquezas de este
mundo y, luego, se aferraban a ella con todas sus fuerzas. Entonces medité en
la palabra de Dios cuando dijo: “Aquello que tenéis se esfumará y aquello
que está junto a Dios permanecerá”. Por eso, entregué todo aquello de valor
que conseguí de este mundo y lo repartí entre los pobres, para así, más tarde,
encontrarlo junto a Dios el día en que me encontrase con Él.
La cuarta: vi a cierta gente creer, que
la nobleza y la gloria se encontraban en aumentar los miembros de su familia y,
con ello, vivieron engañados; otros pensaban que la gloria y la nobleza se encontraban
en aumentar sus bienes materiales y, con ello, se vanagloriaban; otros pensaban
que la gloria y la nobleza se encontraban en tomar el dinero de la gente por la
fuerza, en tratarles con injusticia, sometiéndolos y asesinándolos. Entonces,
medité en la palabra de Dios cuando dijo: “El más noble de vosotros para Dios,
es aquel que más es consciente de él”. Por ello, elegí para ser el más
noble y glorioso entre la gente, el ser consciente de Dios y guardarme de él en
todo momento, a sabiendas de que Él es la Verdad, y todo lo que la gente
pensaba no era más que patrañas que no durarían más que sus propias vidas.
La quinta: vi a la gente como se
insultaban y se burlaban unos de otros, y aprecié, que la causa de ello no era más
que la envida que se tenían mutuamente unos de otros por el dinero, la posición
social y el conocimiento. Entonces, medité en la palabra de Dios cuando dijo: “Nosotros
hemos repartido entre ellos como han de vivir en este mundo”. Entonces
supe, que la repartición de todo la había hecho Dios, por eso, no envidié nada a
nadie y me complací con aquello que Al·lâh me había designado.
La sexta: vi a la gente cómo, por una
causa o por otra, se enemistaban unos entre otros. Entonces, medité en la
palabra de Dios cuando dijo: “Verdaderamente, Satanás es vuestro enemigo,
así pues, tomadlo como tal”. Así, supe, que el único enemigo que debe tener
el ser humano en su vida es Satanás.
La séptima: vi que todo el mundo se
esforzaba de forma desmesurada en buscar su sustento material en esta vida de tal
forma, que a veces caían en cosas dudosas e incluso ilícitas para conseguir
dicho sustento; cosas, que les hacían rebajarse como personas y que les hacían
echar por los suelos su honor y su valía. Entonces, medité en la palabra de Dios
cuando dijo: “No hay criatura en el mundo, a la que Al·lâh no se le
haya designado su sustento”. Así, supe, que Dios se encargaría de
sustentarme y que mi sustento estaba asegurado y, por ello, me entregué a
servirle y a adorarle, pues esa era mi única y verdadera tarea.
La octava: vi que todo el mundo se
apoyaba y se encomendaban en otras cosas creadas de este mundo: unos lo hacían
en el dinero; otros en sus posesiones; otros en sus cosas fabricadas o en sus
trabajos: otros en personas creadas como ellos lo eran. Entonces, medité en la
palabra de Al·lâh cuando dijo: “Quien se encomienda en Dios, Dios le basta”.
Entonces, me encomendé en Dios el Creador, Él es Quien me basta y es el mejor
de quienes proveen.
Al acabar, Shaqiq – maestro de Hâtim
– le dijo: “Que Al·lâh te guarde. Yo he leído la Torá, el Evangelio, los
Salmos y el Sagrado Corán, y todos ellos giran en torno a estos ocho temas. Por
ello, quien los aplica y los lleve a cabo, es como si practicara los cuatro
libros revelados.
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