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lunes, 15 de diciembre de 2014

LOS PRIMEROS EN EL ISLAM EN ...

He aquí, una serie de datos conocidos en la cultura islámica como: "los primeros". Estos datos recogen aquellas personas o aquellos sucesos relacionados con el Islam acontecidos por primera vez en la historia, la comunidad y la cultura islámica.


El profeta Mujámmad – la paz y las bendiciones sean con él – fue o será el primero en:

o   El primero en acceder a todos los cielos.
o   El primero en salir de la tumba el día del Juicio.
o   El primer intercesor y el primero a quien se le concederá la intercesión de Al·lâh.
o   Abrir las puertas del Paraíso.

 El primer hijo del profeta Mujámmad fue: Alqâsim, de su esposa Jadîÿah.

-         La primera batalla en la que participó el profeta Mujámmad: Alabwâ.

-  La primera jutba realizada el día del viernes por el profeta Mujámmad: en la tribu de Banû Sâlim.

-         El primer regalo que se le hizo al Profeta en Medina: una onza de pan que le dio Zaid Ibnu Hârizah.

    La primera aleya descendida del Corán: “Lee en el nombre de tu Señor que ha creado” (Sura: el coágulo).

-         La primera azora en ser revelada por completo: la azora “El arrebujado

LOS COMPAÑEROS
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      La primera persona y, primera mujer, en entrar al Islam: Jadîÿah, la esposa del profeta Mujámmad.

-       El primer hombre en entrar al Islam: Abû Bakr Assiddîq.

-       El primer esclavo en entrar al Islam: Zaid Ibnu Hârizah.

-  El primero de los Auxiliadores (ansâr) en entrar al Islam: Ÿâbir Ibnu ‘Abdil·lâh.

- El primero en entrar al Islam tras los Auxiliadores (ansâr) y la gente del Yemen: ‘Abdulqais.

- El primer niño que nació en Medina tras la Hégira: ‘Abdul·lâh Ibnu Azzubair.

-     El primero en recitar el Corán en público: ‘Abdul·lâh Ibnu Mas‘ûd.

-     El primero en memorizar el Corán por completo: ‘Alî Ibnu Abî Tâlib.

-    El primer Emigrado (muhâÿir) que murió en Medina: ‘Uzmân Ibnu Mađ‘ûn.

-    El primer Ramadán que ayunaron los musulmanes: en el año 2 de la Hégira.

-    El primer musulmán en emigrar a Abisinia (Alhabaŝah): Hâtib Ibnu ‘Amr.

-    El primer almuédano del Islam: Bilâl Ibnu Rabâh el abisinio.

-    El primero que instauró la casa de la hacienda de los musulmanes (bait mal almuslimîn): ‘Umar Ibnu Aljattâb.

-     El primer jinete en combatir por la causa de Al·lâh: Almiqdâd Ibnu Alaswad.

- El primero en lanzar una flecha por la causa de Al·lâh: Sa‘d Ibnu Abî Waqqâs.

-  El primer estandarte que se utilizó en una batalla lo portó: Hamzah Ibn ‘Abdilmuttalib.
      
       El primer jalifa en el Islam: Abû Bakr Assidîq.

-    El primer jalifa en ser llamado “Emir de los creyentes”: ‘Umar Ibnu Aljattâb.

-         El primero en recopilar el Corán en un único volumen: Abû Bakr Assidîq.

-         El primero que utilizó el nombre de Al·lâh en el título de jalifa: Almu‘tasim bil·lâh (El aferrado a Al·lâh).

-         La primera batalla naval de los musulmanes: en época de ‘Uzmân en el año 34 de la Hégira.

-   El primero en realizar la jutba del viernes sentado: Mu‘âwiyah Ibnu Abî Sufiyân.

-  El primero que llamó al Corán “el volumen” (mushaf): Abû Bakr Assiddîq.

-      El primero que instauró las dos unidades de la zalá (rak‘atain) antes de saber que se va a morir: Jubaib Ibnu ‘Adiy.

-      El primero que entrará en el Paraíso, de entre los musulmanes, después del profeta Mujámmad: Abû Bakr Assidîq.

-   La primera batalla entre los musulmanes y los bizantinos: la batalla de Mutah.

-   El primero en poner esterillas en la mezquita para la zalá: ‘Umar Ibnu Aljattâb.

-   El primero en instaurar en Medina el registro civil (dîwân): ‘Umar Ibnu Aljattâb.

-        El primero en instaurar en Basora el registro civil (dîwân): Almugîrah Ibnu Ŝu‘bah.

-         El primer Compañero del Profeta en ser enterrado en Kufa (Iraq): Jabâb Ibn Alart.

-         El primero en saludar dando la mano al llegar a Medina: la gente de la tribu Aŝ‘arî y, entre ellos, se encontraba Abû Mûsà Alaŝ‘arî.

-     El primero en quitarse las sandalias al entrar en la Cahaba: Alwalîd Ibnu Almugîrah.

-         El primero en heredar según la legislación islámica: ‘Adî Ibnu Fađâlah.

lunes, 8 de diciembre de 2014

¿UN ISLAM COMERCIAL O UN ISLAM ESENCIAL? PARTE II.

Es pues, aquí, donde debemos realizarnos una pregunta trascendental: “¿Qué es lo que nos mueve a realizar aquello que el Islam nos dicta como musulmanes? ¿Es el amor profundo que sentimos por nuestro Señor y que debería arder en nuestro corazón como un magma que fluye por las venas de nuestro espíritu, o es únicamente el juego “mercantilista” y “material” del: yo doy esto pues sé que me van a dar a cambio otra cosa? 
Todos y cada uno de nuestros actos deben estar basados en una ética y una espiritualidad. Sin embargo, no podemos ignorar que la espiritualidad es más importante que la ética, pues antes que la razón está el corazón y, consecuentemente, el amor que en éste debe existir por Al·lâh. Ello no significa que nuestras obras no vayan acompañadas de buenas razones, pero, la base trascendente es la espiritual y no la racional. De lo contrario, si a la hora de medir las cosas anteponemos un baremo calculador y racional, el resultado será realmente nocivo. Hoy día, sólo tenemos que echar un vistazo a nuestra comunidad islámica para darnos cuenta que muchos de los problemas que los musulmanes sufrimos a nivel individual o colectivo tienen origen en esta forma de medir y valorar las cosas.

Es aquí donde quisiera hacer un inciso respecto a los nuevos musulmanes y a las personas que se aproximan y acercan al Islam para conocerlo.
Visto lo visto, no es de extrañar que mucha gente que entra en el Islam decida tomar “otro” camino dentro del propio Islam – por muy heterodoxo que pueda llegar a ser – buscando en él lo que las personas – y no el Islam – no le han podido ofrecer y que responda a sus necesidades espirituales más básicas; o, incluso – por desgracia – deja el Islam porque, a fin de cuentas, el “Islam” no le ha otorgado aquello que ansiaba encontrar una vez estando dentro de él.
O, lo que es todavía peor, encontramos a quien abandona el Islam por culpa de aquellos hermanos musulmanes que no dejan de atosigarles a base de designios y normativas “militares” totalmente vacíos de cualquier tipo de pedagogía y espiritualidad islámicas; creyendo esta gente, que están actuando como auténticos predicadores rebosantes de conocimiento y guías iluminados incapaces de cometer algún tipo de error; indicaciones y consejos vacíos de toda Luz, sapiencia y misericordia, tales como: ‘no hagas esto, pues casi todo es haram’, ‘déjate la barba hasta aquí’ (como si fuese un indicador del nivel de la fe la persona), ‘córtate los pantalones por acá’, ‘coloca tu mano dos centímetros por encima de la otra’, ‘no levantes la voz tantos decibelios’, ‘no se te ocurra alzar la mirad ni por un instante, ¿o es que acaso eres un pervertido?’, ‘ten cuidado a quien saludas, no sea que acabéis los dos en las redes de la lujuria y la concupiscencia’, ‘tú fíate de mí que entiendo el árabe, pues sin él, no podrás jamás de los jamases entender ni comprender el Islam’,…
¿Creéis que exagero? Quienes han pasado por esto saben muy bien de lo que estoy hablando.

Pregunta: ¿de quién es la culpa, pues, de que aquellos que han buscado a Al·lâh y han llegado a su din, al final acaben huyendo y alejándose del lugar donde pensaban iban a encontrar la respuesta, el sosiego y la felicidad? ¿Nuestra o suya?
Nuestro escaso – por no decir nulo – conocimiento de los principios más esenciales del Islam, hace que, en muchas ocasiones, nosotros seamos la causa por la que la gente no se acerque al Islam; y cuando alguien colmado de bendición divina accede a conocer el Islam y a interesarse por él, nosotros actuamos como esbirros del demonio – que Al·lâh nos perdone – haciendo que la gente salga espantada y no quiera volver a saber nada del Islam y, menos, de los musulmanes. Y, al final, es nuestro din, el Islam, quien paga el pato – como se suele decir –, cuando el Islam es totalmente inocente de nuestra mísera comprensión del din y de nuestra paupérrima praxis del mismo.
Olvidamos, entre otras cosas, palabras tan simples pero llenas de sapiencia como éstas que dijo el profeta Mujámmad: “Transmitid buenos auspicios y no malos augurios. Haced las cosas fáciles y no las hagáis difíciles”. (Transmitido por Albujârî, Muslim y otros eruditos del jadiz).

Lo que Al·lâh ha preparado en el Paraíso es algo que todo ser humano desea alcanzar, y el más hermoso y ansiado regalo que una persona puede obtener en la otra vida es adquirir – con el permiso de Al·lâh – la inmortalidad disfrutándola en un goce perpetuo. Eso, nadie lo puede negar, pues de lo contrario no sería humano.
Sin embargo, no debemos olvidar que el Paraíso es una creación de Al·lâh y no Al·lâh en sí mismo. Por lo tanto, basar nuestra praxis – basada y que emana de nuestra comprensión del Islam – en una mera relación mercantil vacía de toda espiritualidad que avive nuestro amor a Al·lâh, Señor del universo, es una praxis amorfa, pues no puede configurar ni moldear el espíritu para que, algún día – con el permiso de Al·lâh – lleguemos a amarle y desearle como criaturas suyas que somos y que le debemos absolutamente todo.
Pregunta: ¿Queremos, pues, un Islam de conceptos, de ideas, de consciencia, de actitudes, de esencia y de espiritualidad, o preferimos un Islam de formas, de posiciones, de modos, de movimientos y de apariencias?

Para acabar, quisiera concluir citando un hermosísimo jadiz que nos habla sobre el estado y la gracia que alcanzarán la gente del Paraíso y, que además, tiene relación con lo que, hasta ahora, he estado comentando.
Dice el profeta Mujámmad en un jadiz: ‘Cuando la gente del Paraíso tenga todo cuanto se les ha prometido, Al·lâh se dirigirá a ellos y les dirá: “¿Queréis que os dé algo mejor de lo que ahora tenéis?’. La gente responderá: ‘¿Y qué podemos tener mejor de lo que ahora tenemos?” Entonces, se levantará el velo y la gente podrá contemplar el rostro de su Señor, Al·lâh. Entonces, la gente del Paraíso no tendrá nada mejor con lo que gozar que el hecho de contemplar el rostro de su Señor”.

Pedimos a Al·lâh que nos conceda su misericordia y su venia, y nos ilumine para comprender mejor su mensaje y, que, al llevarlo a la práctica, obtengamos realmente su complacencia. Y, así, tal vez, podamos entrar en el Paraíso con su beneplácito y pueda concedernos la gracia sublime de poder contemplar su rostro. Amén.