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miércoles, 19 de febrero de 2014

UNA VISITA VIRUTAL POR EL MUNDO ISLAMICO

 
Un hermoso enlace que ofrece una presentación tridimensional de lugares de referencia en el mundo islámico: la mezquita de la Meca, la mezquita de Medina, la mezquita del profeta Mujámmad - la paz sea con él; la mezquita de los omeyas de Damasco; Estambul; ... ¡muy recomendable!

http://www.3dmekanlar.com/en/3d-large-mosques.html


martes, 18 de febrero de 2014

UN EJEMPLO DE AMOR PROFUNDO Y FIDELIDAD. COMPAÑEROS Y APÓSTOLES.



Estando el profeta Mujámmad - la paz y las bendiciones de Al·lâh sean con él -, en Medina, en una ocasiòn, mandó a un grupo de personas para que le trajeran información sobre lo que Quraish tramaba en Meca contra los musulmanes. El Profeta nombró a `Âsim Ibnu Zâbit responsable del grupo.
Cuando alcanzaron un lugar entre ‘Asafân y Meca, salió a su encuentro un grupo de unos cien hombres de Banû Lahyân (que no eran musulmanes). Entonces, los rodearon y los asesinaron con lanzas, menos a Jubaib Ibnu ‘Adî, Zaid Ibnu Addiznah y otra persona. Tomaron a los tres y decidieron venderlos en Meca.
En Meca, familiares de Alhâriz Ibn ‘Âmir compró a Jubaib. ¿Por qué compraron a Jubaib? Pues porque Jubaib había dado muerte a Alhâriz en la batalla de Badr y querían tomar represalias contra él.
Salieron con él y le llevaron al recinto de la Cahaba. Y, allí, comenzaron a torturarle desgarrándole la carne con hierros. Luego, lo colgaron de una palmera y le preguntaron: “¿desearías que Mujámmad estuviese en tu lugar?”. Entonces Jubaib dijo: “No; ni me cambiaría por estar ahora mismo con mi familia y mis hijos y dejar que Mujámmad estuviese en mi lugar para ser torturado con un hierro”.
Entonces alzó la voz y dijo: “¡Oh Mujámmad!”. Luego, cuando ya querían acabar con él les dijo: “dejadme que realice la oración”. Cuando acabó, vino a él Abû Sarû‘ah y le dio muerte.
(Historia relatada por Albujârî y otros sabios del jadiz).

Esta historia nos transmite multitud de enseñanzas y provechos. Sin embargo, la más importante, es ese amor incondicional y profundo que los Compañeros sentían por su amado profeta Mujámmad. Gente – como en este caso – que demuestra, incluso en los momentos más críticos y difíciles que una persona puede experimentar en su vida, un amor inconmensurable forjado en el alma de todos quienes creyeron y siguieron al profeta Mujámmad – la paz y las bendiciones de Al·lâh sean con él.
Un amor que puede ser comparado – a modo de reflexión – con el amor de los apóstoles del profeta Jesús – la paz sea con él –, tal y como nos narran los textos que los cristianos siguen y consideran como ciertos. Como por ejemplo, el caso del apóstol Pedro. Al principio – y según los evangelios – Jesús le dice a Pedro:
"Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la Tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la Tierra será desatado en los cielos." (Evangelio según Mateo 16: 18-19).

Sin embargo, ¡qué cambio tan drástico cuando Jesús decide ir a Jerusalén para continuar con su misión! Leamos qué ocurre:
"Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,de los príncipes, de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: «Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca». Entonces él, volviéndose dijo a Pedro: «Quítate de delante de mí, Satanás; me eres escándalo; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres»." (Evangelio según Mateo 16: 21-23).

E incluso el propio Jesús, profetiza que Pedro, aquel que según se había dicho, iba a ser la piedra de la Iglesia, renunciaría y negaría a Jesús. Leamos:
"Le dijo Simón Pedro: «Señor, ¿a dónde vas?» Le respondió Jesús: «Donde yo voy no me puedes ahora seguir; mas me seguirás después». Le dijo Pedro: «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti». Le respondió Jesús: «Tu alma pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces»." (Evangelio según Juan 13: 36-38.).
Y así fue.
Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: 'no conozco a ese hombre'. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: 'antes que cante el gallo me negarás tres veces'. Y saliendo fuera, lloró amargamente". (Evangelio según Marcos: 14: 69 – 75).

¡Qué diferencia! Aquél sobre quien iba a edificarse la Iglesia y su mensaje, aquél a quien se le iba a entregar las llaves del Reino de los cielos, negó a su maestro, su profeta e, incluso - según ellos - a su propio Dios. ¡Que Al·lâh nos guarde!
Y qué ejemplo tan hermoso y bello de amor profundo y sincero, de Jubaib, Compañero del profeta Mujámmad - la paz sea con él - , que, aun siendo torturado no se cambiaría ni por estar con su familia y sus hijos, si tuviese que elegir entre él y la vida de su amado profeta Mujámmad – la paz y las bendiciones de Al·lâh sean con él.
¡Oh Al·lâh! Concédenos el favor inmenso de contarnos de entre los allegados a nuestro amado profeta Mujámmad y haz que nuestros corazones estén repletos del amor a Ti y a tu amado Mensajero. Amin.

domingo, 9 de febrero de 2014

SOBRE LA PURIFICACIÓN ESPIRITUAL Y LA FELICIDAD (2ª parte)


Nosotros no sabemos qué es lo que realmente nos beneficia; y aun conociéndolo, no son pocas las ocasiones en que, conducidos por la ignorancia y terquedad de las pasiones y deseos que de nuestro ego emanan, nos vemos arrastrados a cometer actos ilícitos e impropios de gente creyente. De ahí, que una de las características más destacadas del ego, es su eterno e imperecedero deseo de vivir en la satisfacción. En esta empresa, el ego siempre busca el camino más rápido y fácil y, para ello, emplea todas las argucias posibles, aunque ello le acarree a la persona perjuicios a corto o largo plazo.
          Por el contrario, el ego humano detesta lo difícil y aquello que precisa de tiempo; rehúye cualquier tipo de perjuicio, daño, dolor o algo que no vaya acorde con su cometido de alcanzar aquello que le ayude a adquirir la satisfacción y el gozo que su ego le demanda en todo momento. Sobre todo, lo que nunca desea el ego, es el sometimiento a órdenes ajenas, es decir, a mandatos que no surjan de sí mismo. Únicamente lo hace, cuando estas órdenes concuerdan con lo que sus pasiones y deseos le dictan. Dios nos habla en el Corán sobre la verdad de esta esencia humana diciendo lo siguiente: ¡Por el alma (nafs) y Quien la ha dado forma, * y ha dispuesto en ella su propensión al pecado y al guardarse de Dios. * Bienaventurado será quien la purifique; * decepcionado quien la corrompa.  ﴿(sura 91 “el sol”: 7 – 10).

          El alma del ser humano – por la configuración que Dios le ha dispensado –, es propensa tanto a hacer el bien como a hacer el mal. Por ello, lo que busca el Islam a través de su disciplina estructurada en base a unas normas y preceptos determinados, es la purificación del ego humano (nafs) y, consecuentemente, educarlo para que sea propenso a hacer el bien, más que a hacer el mal. Pues, tal y como hemos citado anteriormente, por mucho que el ser humano purifique su ego (nafs), éste le continuará susurrando para caer en lo vedado y, así, el ser humano tropiece y caiga en cualquier momento en las redes maquinadas por su propio ego.
          El Corán nos muestra como Dios envió al profeta Mujámmad – entre otras cosas –, para purificar el ego o el alma de los seres humanos: Dios ha agraciado a los creyentes al enviarles un mensajero  (el profeta Mujámmad) salido de ellos, que les recita sus aleyas, les purifica, y les enseña el Libro (al·kitâb) y la sabiduría (hikmah). Antes estaban, evidentemente, extraviados.  ﴿ (sura 3 “la familia de Imrân: 164). Y dice: [Dios] es quien ha mandado a los gentiles un mensajero salido de ellos, que les recita sus aleyas, les purifica, y les enseña el Libro y la Sabiduría. Antes estaban, evidentemente, extraviados.﴿ (sura 62 “el viernes”: 2).
         
          El Islam busca materializar en toda persona, dos tipos de purificación: una mental y otra espiritual, para que así, las obras humanas vayan conformes a la moral, la justicia y la buena acción. Por ello, el hecho que una persona pueda – aunque sea mínimamente – purificar su ego de algún tipo de inmundicia moral, espiritual y/o mental, ello se considera una gracia de Dios concedida a esa persona: ¡Creyentes! ¡No sigáis los pasos del demonio! A quien sigue los pasos del demonio, (que sepa que) éste le ordena lo deshonesto y lo reprobable. Si no fuera por el favor de Al·lâh y su misericordia para con vosotros, nunca habría purificado a ninguno de vosotros. Pero Al·lâh purifica a quien él quiere. Al·lâh todo lo oye, todo lo sabe.  ﴿(sura 24 “la luz”: 21).

          El Corán no deja de recalcar que el hecho de que el ser humano se purifique, es algo que redunda en su propio beneficio: nadie cargará con carga ajena. Y si alguien, abrumado por su carga, pide ayuda a otro, no se le ayudará nada, aunque sea pariente. Tú (Mujámmad) sólo debes advertir a los que tienen miedo de su Señor en secreto y hacen la zalá. Quien se purifica, se purifica, en realidad, en provecho propio. ¡Es Dios el fin de todo!﴿. (sura 35 “el Originador”: 18).
         
          En conclusión, lo que busca el Islam con la purificación de la persona, es que se implante en su corazón las mejores virtudes y las más bellas cualidades dignas del creyente, como, en lo referente a Dios: el guardarse de Dios, la sinceridad, la paciencia, la perseverancia, la introspección, el temor de Dios, la penitencia, el encomendarse a Dios, la rectitud, la meditación en la creación, el apresurarse en hacer buenas acciones, la lucha contra su propio ego, entregarse a Al·lâh,…

          Y para con los seres humanos, las buenas cualidades como: la incitación al bien, la colaboración en las buenas obras, el buen consejo, ser justos con los demás, mandar lo que está bien y prohibir lo que está mal, cumplir sus obligaciones, reconciliar a la gente, el buen trato a los padres, el buen trato a los familiares, ayudar al necesitado, encargarse de los huérfanos, dar de comer al hambriento, gastar el dinero en cosas de provecho, ayudar al pobre, visitar y cuidar a los enfermos, ser cariñoso con los niños, sacrificarse por los demás, alejarse de las cosas corruptas, ser indulgente y amable, perdonar a quien a cometido una injusticia sobre él, ser modesto, salvaguardar los secretos, hablar educadamente, no insultar, no difamar, no engañar, no mentir, no robar, no transgredir la dignidad de nadie,… y todas las bellas cualidades que Al·lâh, a través de su mensaje, el Islam, ha pedido a todo creyente poner en práctica en su día a día.

          Podríamos citar, no sólo uno, sino muchos más textos para cada una de estas buenas cualidades a las que invita el Islam, sin embargo, nuestro propósito en este libro es únicamente exponer, de manera genérica, el mensaje que predica y transmite el Corán.

martes, 4 de febrero de 2014

SOBRE LA PURIFICACIÓN ESPIRITUAL Y LA FELICIDAD (1ª parte)



(Del libro “De qué habla el Corán” de Mansur Mota)

La purificación del alma o ego humano (nafs)

Otro de los grandes fines que el Corán busca realizar en el ser humano es la purificación de su alma. Esta esencia establecida en el ser humano y dispuesta por Dios, es denominada en árabe como (nafs), aunque, según el contexto, suele traducirse por: alma, ego, psique, u otros términos similares.
        El ego humano, por concepción natural (fitrah), no es malo ni es bueno en sí mismo, sino que, simplemente, vive en un continuo tira y afloja entre dos cosas: cumplir con aquello que es de la complacencia de su amado, su Señor – y, que como hemos dicho, redunda en su propio beneficio – o en dejarse llevar por su pasión.
        Las obras que lleva a cabo la persona cuando se deja aconsejar falsamente por su pasión, suelen ir engalanadas con el traje del disfrute y el placer de lo sensible, es decir, aquello que produce goce en el ser humano a través de los sentidos. Sin embargo, del mismo modo en que este placer es dulce e instantáneo, es igualmente fatuo y fugaz. Por ello, nuestra alma siempre nos pide más, pues es insaciable de lo sensible y, si no se la educa, acaba enganchándose a esos placeres para sentir, así, ese goce continuo de lo sensorial.
        Por desgracia, mucha gente piensa que es feliz cuando se encuentra sumido en un estado perpetuo del placer de lo sensible, de lo sensorial, de los sentidos. Sin embargo, la experiencia misma nos enseña, que una cosa es el placer y, otra bien distinta, la felicidad. Esa felicidad únicamente puede conseguirla el ser humano si busca en su interior y no en su exterior. Si queremos saborear en nuestra vida algún tipo de felicidad, debemos ahondar en lo más profundo de nuestro fuero interno, pues la auténtica felicidad no depende de agentes externos, sino de internos. Aquel que se engañe a sí mismo o se deje engañar pensando que obtendrá “la felicidad” sosteniéndose sobre agentes externos – más aún si se trata de lo sensorial –, que sepa, que aquello a lo que él llamará felicidad, no será más que erráticas sensaciones de un placer que, nada más empezarlo a sentir, se le estará escapando de las manos.  
       
        Nunca debemos olvidar que la felicidad es un estado (hâl) y no una estación espiritual (maqâm) que exista o a la cuál debamos aspirar; otro asunto bien diferente, es que sintamos felicidad y bienestar cuando alcanzamos y experimentamos un determinado estadio espiritual. No obstante, una de los cometidos más hermosos que puede plantearse la persona en esta vida, es la de ser feliz y hacer felices a los demás.

        Estos placeres sensibles de los que hablamos son fruto de nuestra condición animal; sin embargo, no por ello son malos. Lo único que hace el Islam es enseñarnos a guiarlos y encauzarlos para que no se conviertan en el fin de nuestras vidas, es decir, no dejar que estos placeres se entronen en nuestro corazón y, consecuentemente, devengamos esclavos de lo placentero. Y decimos placentero y no sensible, pues aquello que causa placer en el ser humano no procede únicamente de los sentidos o lo sensible, sino también del espíritu.