Nosotros no sabemos qué es lo que
realmente nos beneficia; y aun conociéndolo, no son pocas las ocasiones en que,
conducidos por la ignorancia y terquedad de las pasiones y deseos que de
nuestro ego emanan, nos vemos arrastrados a cometer actos ilícitos e impropios
de gente creyente. De ahí, que una de las características más destacadas del
ego, es su eterno e imperecedero deseo de vivir en la satisfacción. En esta
empresa, el ego siempre busca el camino más rápido y fácil y, para ello, emplea
todas las argucias posibles, aunque ello le acarree a la persona perjuicios a
corto o largo plazo.
Por el contrario, el ego humano
detesta lo difícil y aquello que precisa de tiempo; rehúye cualquier tipo de
perjuicio, daño, dolor o algo que no vaya acorde con su cometido de alcanzar
aquello que le ayude a adquirir la satisfacción y el gozo que su ego le demanda
en todo momento. Sobre todo, lo que nunca desea el ego, es el sometimiento a
órdenes ajenas, es decir, a mandatos que no surjan de sí mismo. Únicamente lo
hace, cuando estas órdenes concuerdan con lo que sus pasiones y deseos le
dictan. Dios nos habla en el Corán sobre la verdad de esta esencia humana
diciendo lo siguiente: ﴾ ¡Por
el alma (nafs) y Quien la ha dado forma, * y ha dispuesto en ella su
propensión al pecado y al guardarse de Dios. * Bienaventurado será quien la
purifique; * decepcionado quien la corrompa. ﴿(sura 91 “el sol”: 7 – 10).
El alma del ser humano – por la configuración
que Dios le ha dispensado –, es propensa tanto a hacer el bien como a hacer el
mal. Por ello, lo que busca el Islam a través de su disciplina estructurada en
base a unas normas y preceptos determinados, es la purificación del ego humano
(nafs) y, consecuentemente, educarlo para que sea propenso a hacer el
bien, más que a hacer el mal. Pues, tal y como hemos citado anteriormente, por
mucho que el ser humano purifique su ego (nafs), éste le continuará
susurrando para caer en lo vedado y, así, el ser humano tropiece y caiga en cualquier
momento en las redes maquinadas por su propio ego.
El Corán nos muestra como Dios envió
al profeta Mujámmad – entre otras cosas –, para purificar el ego o el alma de
los seres humanos: ﴾ Dios
ha agraciado a los creyentes al enviarles un mensajero (el profeta Mujámmad) salido de ellos, que les
recita sus aleyas, les purifica, y les enseña el Libro (al·kitâb) y la sabiduría
(hikmah). Antes estaban, evidentemente, extraviados. ﴿ (sura 3 “la familia de Imrân: 164). Y dice: ﴾[Dios] es
quien ha mandado a los gentiles un mensajero salido de ellos, que les recita sus
aleyas, les purifica, y les enseña el Libro y la Sabiduría. Antes estaban,
evidentemente, extraviados.﴿ (sura 62 “el viernes”: 2).
El Islam busca materializar en toda
persona, dos tipos de purificación: una mental y otra espiritual, para que así,
las obras humanas vayan conformes a la moral, la justicia y la buena acción.
Por ello, el hecho que una persona pueda – aunque sea mínimamente – purificar
su ego de algún tipo de inmundicia moral, espiritual y/o mental, ello se
considera una gracia de Dios concedida a esa persona: ﴾¡Creyentes! ¡No sigáis los pasos del demonio!
A quien sigue los pasos del demonio, (que sepa que) éste le ordena lo
deshonesto y lo reprobable. Si no fuera por el favor de Al·lâh y su
misericordia para con vosotros, nunca habría purificado a ninguno de vosotros.
Pero Al·lâh purifica a quien él quiere. Al·lâh todo lo oye, todo
lo sabe. ﴿(sura 24 “la luz”: 21).
El Corán no deja de recalcar que el
hecho de que el ser humano se purifique, es algo que redunda en su propio
beneficio: ﴾ nadie
cargará con carga ajena. Y si alguien, abrumado por su carga, pide ayuda a
otro, no se le ayudará nada, aunque sea pariente. Tú (Mujámmad) sólo debes
advertir a los que tienen miedo de su Señor en secreto y hacen la zalá. Quien
se purifica, se purifica, en realidad, en provecho propio. ¡Es Dios el fin de
todo!﴿. (sura 35 “el
Originador”: 18).
En conclusión, lo que busca el Islam
con la purificación de la persona, es que se implante en su corazón las mejores
virtudes y las más bellas cualidades dignas del creyente, como, en lo referente
a Dios: el guardarse de Dios, la sinceridad, la paciencia, la perseverancia, la
introspección, el temor de Dios, la penitencia, el encomendarse a Dios, la
rectitud, la meditación en la creación, el apresurarse en hacer buenas
acciones, la lucha contra su propio ego, entregarse a Al·lâh,…
Y para con los seres humanos, las
buenas cualidades como: la incitación al bien, la colaboración en las buenas
obras, el buen consejo, ser justos con los demás, mandar lo que está bien y
prohibir lo que está mal, cumplir sus obligaciones, reconciliar a la gente, el
buen trato a los padres, el buen trato a los familiares, ayudar al necesitado,
encargarse de los huérfanos, dar de comer al hambriento, gastar el dinero en
cosas de provecho, ayudar al pobre, visitar y cuidar a los enfermos, ser
cariñoso con los niños, sacrificarse por los demás, alejarse de las cosas
corruptas, ser indulgente y amable, perdonar a quien a cometido una injusticia
sobre él, ser modesto, salvaguardar los secretos, hablar educadamente, no
insultar, no difamar, no engañar, no mentir, no robar, no transgredir la
dignidad de nadie,… y todas las bellas cualidades que Al·lâh, a través
de su mensaje, el Islam, ha pedido a todo creyente poner en práctica en su día
a día.
Podríamos citar, no sólo uno, sino muchos
más textos para cada una de estas buenas cualidades a las que invita el Islam,
sin embargo, nuestro propósito en este libro es únicamente exponer, de manera
genérica, el mensaje que predica y transmite el Corán.