Otro ejemplo claro de la paulatinidad en la
legislación lo encontramos en la prohibición de las bebidas embriagantes y como
la ilicitud de las mismas pasó por cuatro fases antes de que fueran prohibidas
de una forma tajante.
- En una primera fase, Al·lâh se dirigió a los creyentes, a través del mensaje coránico de la siguiente forma: “De los frutos de las palmeras y de las vides obtenéis una bebida embriagadora y un bello sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para gente que razona”. (Sagrado Corán, 16:67)
Aquí, Al·lâh – ensalzado y alabado sea –, describió el
sustento como bello pero, sin embargo, no dio ningún tipo calificativo a la
embriaguez para así, como Al·lâh dice al final de la aleya, sirviera para que
los musulmanes razonaran en este asunto.
- En otra fase Al·lâh reveló: “Te preguntarán (Mujámmad) acerca del vino y de los juegos de azar. Di: ‘ambos encierran pecado grave y ventajas para las personas, pero su pecado es mayor que su provecho”. (Sagrado Corán, 2:219).
Aquí, vemos como Al·lâh dio un paso más, dando a
explicar a los creyentes, que a pesar de que el vino pudiese encerrar en sí
mismo ventajas, el mal que porta es mucho peor que el provecho que se le pueda
sacar.
- En un tercer momento Al·lâh reveló en el Corán lo siguiente: “¡Creyentes! No os acerquéis ebrios a la zalá. Esperad a que estéis en condiciones de saber lo que decís”. (Sagrado Corán, 4:43).
Vemos aquí, como por primera vez Al·lâh hace
referencia al vino de forma prohibitiva y, sin embargo, no abolió su consumo,
sino que prohibió el hacer la zalá en estado ebrio, ya que tal estado no
permite que alguien pueda, realmente, saber lo que está diciendo. Además, el no
llegar a la zalá en estado ebrio conllevaba el permanecer una gran parte del
día sin beber, lo cual, iba menguando el interés por la bebida de aquellos
musulmanes que todavía seguían tomando vino.
- Y, finalmente, llegamos a la última fase, en la cual el consumo del vino fue declarado ilícito de forma tajante. Así, Al·lâh reveló en su sagrado libro su dictamen final: “¡Creyentes! El vino, los juegos de azar, las piedras erectas y las flechas no son sino abominación y obra del demonio. ¡Alejaos de él, pues! Quizás, así, prosperéis. * El demonio quiere solo crear hostilidad y odio entre vosotros valiéndose del vino y de los juegos de azar e impediros que recordéis a Al·lâh y realicéis la zalá. ¿Os abstendréis pues?”. (Sagrado Corán, 5:90 – 91).
De esta forma, fue revelado el precepto de la ilicitud
del vino de forma concluyente e indicándonos el Corán la causa de su prohibición.
Nos han llegado relatos que nos describen cómo las calles de Medina se
convirtieron en ríos de vino, cuando esta aleya fue revelada, lo que nos
muestra la fe y la obediencia que los musulmanes tenían en acatar las órdenes
de su Señor.
Otro ejemplo claro que podemos mencionar es el de la
prohibición de la usura. Encontramos, del mismo modo que anteriormente, cómo la
ilicitud de la usura fue establecida de forma paulatina y no de una sola vez.
En este caso, la usura fue declarada ilícita a lo
largo de cuatro fases. En la primera de ellas Al·lâh reveló:
“Lo que prestáis con usura para que os produzca a
costa de la hacienda ajena, no os producirá nada ante Al·lâh. En cambio, lo que
dais de azaque por deseo de agradar a Al·lâh… esos son lo que recibirán de Al·lâh
el doble de retribución”. (Sagrado Corán, 30: 39)
Vemos, como Al·lâh hace referencia a la usura en esta aleya
sin declarar, aún, su prohibición absoluta y definitiva. Además, la aleya indica
que, a pesar de los beneficios que el fruto de la usura pueda aportar en esta vida
material, no aporta al creyente ningún tipo de beneficio ante Al·lâh. Al contrario
que las limosnas y el dinero dado por la causa de Al·lâh, puesa pesar de que
quien las lleva a cabo pueda perder cierta parte de su dinero, en verdad, lo
que hace es ganar mucho más, ya que por un lado ayuda a los necesitados y, por
otro, Al·lâh se lo recompensaré, tanto en esta vida y en la Otra.
Más adelante, Al·lâh reveló en otra aleya:
“Declaramos ilícitas a los judíos cosas que, antes, les
habían sido lícitas. Ello lo hicimos por haber obrado impíamente y por haber desviado
a tantos del camino de Al·lâh; por usurear, a pesar de habérseles prohibido tal
práctica, y por haber devorado la hacienda ajena injustamente. A quienes niegan
la Verdad de entre ellos, les hemos preparado un castigo doloroso”. (Sagrado Corán,
4: 160 – 161)
Esta aleya, el Corán nos cuenta como la usura era ilícita
para los Hijos de Israel y, como por haber trasgredido dicho mandato, entre
otros, Al·lâh los castigó duramente.
En una tercera fase, Al·lâh reveló:
“¡Creyentes! ¡No usuréis doblando una y otra vez (la deuda
de la usura)! ¡Y guardaos de Al·lâh! Quizás, así, prosperéis.”. (Sagrado Corán,
3: 130).
Aquí, por primera vez, vemos como Al·lâh prohíbe la práctica
de una usura desmesurada, pero sin declararla ilícita categórica y definitivamente.
Fue en otra fase, donde las aleyas reveladas declararon su ilicitud permanente
y definitiva:
“¡Creyentes! ¡Guardaos de Al·lâh y renunciad a los provechos
pendientes de la usura, si es que sois creyentes! * Si no lo hacéis así, podéis
esperar la guerra declarada de Al·lâh y su Mensajero. Pero, si os arrepentís (renunciado
a la usura), tendréis vuestro capital, no siendo injustos ni siendo tratados
injustamente”. (Sagrado Corán, 2: 278 – 279)
Así, observamos como Al·lâh prohibió la usura de una
forma tajante y clara. Por eso, en el Islam, el uso de la usura está totalmente
prohibido a cualquier nivel. El que presta dinero, sólo debe de esperar de su
deudor aquello mismo que le prestó sin añadir un solo céntimo de más.
Éste y otros asuntos de la misma índole, fueron
decretados de esta forma por Al·lâh, no sólo porque él es misericordioso con sus
siervos, sino para que sirviera, también, de lección para todos los musulmanes.
Y no sólo para aquellos que vivieron en la época de la profecía, sino para
todas las generaciones musulmanas venideras.
Visto lo visto, debemos de tener en cuenta un principio
fundamental en nuestro din. No es de recibo, que a alguien que acaba de entrar en
el Islam, se le agobie espetándole preceptos religiosos sin ton ni son. Sino
más bien, conviene adaptarse a él, de manera que vaya asumiendo los valores
espirituales y el porqué de las cosas, ya que Al·lâh nos ha otorgado una razón
para reflexionar y un corazón para discernir.