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lunes, 28 de abril de 2014

LA REVELACIÓN DEL SAGRADO CORÁN - PARTE IV



Otro ejemplo claro de la paulatinidad en la legislación lo encontramos en la prohibición de las bebidas embriagantes y como la ilicitud de las mismas pasó por cuatro fases antes de que fueran prohibidas de una forma tajante.

  • En una primera fase, Al·lâh se dirigió a los creyentes, a través del mensaje coránico de la siguiente forma: “De los frutos de las palmeras y de las vides obtenéis una bebida embriagadora y un bello sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para gente que razona”. (Sagrado Corán, 16:67)

Aquí, Al·lâh – ensalzado y alabado sea –, describió el sustento como bello pero, sin embargo, no dio ningún tipo calificativo a la embriaguez para así, como Al·lâh dice al final de la aleya, sirviera para que los musulmanes razonaran en este asunto.

  • En otra fase Al·lâh reveló: “Te preguntarán (Mujámmad) acerca del vino y de los juegos de azar. Di: ‘ambos encierran pecado grave y ventajas para las personas, pero su pecado es mayor que su provecho”. (Sagrado Corán, 2:219).

Aquí, vemos como Al·lâh dio un paso más, dando a explicar a los creyentes, que a pesar de que el vino pudiese encerrar en sí mismo ventajas, el mal que porta es mucho peor que el provecho que se le pueda sacar.

  • En un tercer momento Al·lâh reveló en el Corán  lo siguiente: “¡Creyentes! No os acerquéis ebrios a la zalá. Esperad a que estéis en  condiciones de saber lo que decís”. (Sagrado Corán, 4:43).

Vemos aquí, como por primera vez Al·lâh hace referencia al vino de forma prohibitiva y, sin embargo, no abolió su consumo, sino que prohibió el hacer la zalá en estado ebrio, ya que tal estado no permite que alguien pueda, realmente, saber lo que está diciendo. Además, el no llegar a la zalá en estado ebrio conllevaba el permanecer una gran parte del día sin beber, lo cual, iba menguando el interés por la bebida de aquellos musulmanes que todavía seguían tomando vino.

  • Y, finalmente, llegamos a la última fase, en la cual el consumo del vino fue declarado ilícito de forma tajante. Así, Al·lâh reveló en su sagrado libro su dictamen final: “¡Creyentes! El vino, los juegos de azar, las piedras erectas y las flechas no son sino abominación y obra del demonio. ¡Alejaos de él, pues! Quizás, así, prosperéis. * El demonio quiere solo crear hostilidad y odio entre vosotros valiéndose del vino y de los juegos de azar e impediros que recordéis a Al·lâh y realicéis la zalá. ¿Os abstendréis pues?”. (Sagrado Corán, 5:90 – 91).

De esta forma, fue revelado el precepto de la ilicitud del vino de forma concluyente e indicándonos el Corán la causa de su prohibición. Nos han llegado relatos que nos describen cómo las calles de Medina se convirtieron en ríos de vino, cuando esta aleya fue revelada, lo que nos muestra la fe y la obediencia que los musulmanes tenían en acatar las órdenes de su Señor.

Otro ejemplo claro que podemos mencionar es el de la prohibición de la usura. Encontramos, del mismo modo que anteriormente, cómo la ilicitud de la usura fue establecida de forma paulatina y no de una sola vez.

En este caso, la usura fue declarada ilícita a lo largo de cuatro fases. En la primera de ellas Al·lâh reveló:

“Lo que prestáis con usura para que os produzca a costa de la hacienda ajena, no os producirá nada ante Al·lâh. En cambio, lo que dais de azaque por deseo de agradar a Al·lâh… esos son lo que recibirán de Al·lâh el doble de retribución”. (Sagrado Corán, 30: 39)

Vemos, como Al·lâh hace referencia a la usura en esta aleya sin declarar, aún, su prohibición absoluta y definitiva. Además, la aleya indica que, a pesar de los beneficios que el fruto de la usura pueda aportar en esta vida material, no aporta al creyente ningún tipo de beneficio ante Al·lâh. Al contrario que las limosnas y el dinero dado por la causa de Al·lâh, puesa pesar de que quien las lleva a cabo pueda perder cierta parte de su dinero, en verdad, lo que hace es ganar mucho más, ya que por un lado ayuda a los necesitados y, por otro, Al·lâh se lo recompensaré, tanto en esta vida y en la Otra. 


Más adelante, Al·lâh reveló en otra aleya:

“Declaramos ilícitas a los judíos cosas que, antes, les habían sido lícitas. Ello lo hicimos por haber obrado impíamente y por haber desviado a tantos del camino de Al·lâh; por usurear, a pesar de habérseles prohibido tal práctica, y por haber devorado la hacienda ajena injustamente. A quienes niegan la Verdad de entre ellos, les hemos preparado un castigo doloroso”. (Sagrado Corán, 4: 160 – 161)

Esta aleya, el Corán nos cuenta como la usura era ilícita para los Hijos de Israel y, como por haber trasgredido dicho mandato, entre otros, Al·lâh los castigó duramente.


En una tercera fase, Al·lâh reveló:

“¡Creyentes! ¡No usuréis doblando una y otra vez (la deuda de la usura)! ¡Y guardaos de Al·lâh! Quizás, así, prosperéis.”. (Sagrado Corán, 3: 130).

Aquí, por primera vez, vemos como Al·lâh prohíbe la práctica de una usura desmesurada, pero sin declararla ilícita categórica y definitivamente. Fue en otra fase, donde las aleyas reveladas declararon su ilicitud permanente y definitiva:


“¡Creyentes! ¡Guardaos de Al·lâh y renunciad a los provechos pendientes de la usura, si es que sois creyentes! * Si no lo hacéis así, podéis esperar la guerra declarada de Al·lâh y su Mensajero. Pero, si os arrepentís (renunciado a la usura), tendréis vuestro capital, no siendo injustos ni siendo tratados injustamente”. (Sagrado Corán, 2: 278 – 279)

Así, observamos como Al·lâh prohibió la usura de una forma tajante y clara. Por eso, en el Islam, el uso de la usura está totalmente prohibido a cualquier nivel. El que presta dinero, sólo debe de esperar de su deudor aquello mismo que le prestó sin añadir un solo céntimo de más.


Éste y otros asuntos de la misma índole, fueron decretados de esta forma por Al·lâh, no sólo porque él es misericordioso con sus siervos, sino para que sirviera, también, de lección para todos los musulmanes. Y no sólo para aquellos que vivieron en la época de la profecía, sino para todas las generaciones musulmanas venideras.


Visto lo visto, debemos de tener en cuenta un principio fundamental en nuestro din. No es de recibo, que a alguien que acaba de entrar en el Islam, se le agobie espetándole preceptos religiosos sin ton ni son. Sino más bien, conviene adaptarse a él, de manera que vaya asumiendo los valores espirituales y el porqué de las cosas, ya que Al·lâh nos ha otorgado una razón para reflexionar y un corazón para discernir.

viernes, 18 de abril de 2014

POR UNA REGENERACIÓN DE RAÍZ (PARTE I)



Nuestra comunidad, como cualquier otra, ostenta principios, valores y singularidades que la definen y marcan sus particularidades, además de que conforman nuestra identidad como musulmanes, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.

Estos principios y valores son conocidos sobre el papel; son, aquellos ideales que todos conocemos y que, en base a los cuales, nos decimos ser musulmanes o siervos del Creador de todo lo existente, con la intención – más o menos acertada – de servirle en todo cuanto nos pide.


Sin embargo, son pocos los principios y los valores de nuestro din que son llevados a la práctica, bien por nuestra debilidad espiritual y nuestra falta de consciencia de la presencia divina, -presencia que domina cada segundo de nuestras vidas, seamos conscientes de ello o no-, o bien, por la mala comprensión de los conceptos más básicos, fundamentales y trascendentales del Islam.


Podríamos hablar – tal y como se hace en algunos círculos – de los retos a los que se enfrenta la comunidad musulmana y, consecuentemente, a los de cada individuo de nuestra comunidad. Sin embargo, con ciencia, en conciencia y con consciencia, el único reto trascendental y verdadero al que todo musulmán se enfrenta y se enfrentará hasta el fin de sus días es el de la purificación del ego (nafs).

Y es ahí, precisamente, donde reside el quid de la cuestión, tanto de nuestras desgracias como de nuestras buenaventuras; de nuestra tristeza como de nuestra alegría; de nuestro retroceso como de nuestro avance; de nuestro estancamiento como de nuestro progreso; de nuestra perdición como de nuestra salvación. Todo cuanto pueda avenirnos de manera individual o colectiva a lo largo de esta bendita vida, no deja de ser pruebas y exámenes que Al·lâh nos pone en nuestro día a día, precisamente para eso: para evaluar nuestro ego; para que sepamos – pues Él ya lo sabe – qué es lo que tenemos que cambiar, pues siempre habrá algo que mejorar y pulir, tanto en nuestra relación con Al·lâh. como en nuestra relación con el resto de sus siervos.

Pero poco importa el examen, la prueba, o los retos que se nos pongan por delante, si, una vez ocurridos, no somos capaces – o no tenemos la voluntad – de sentarnos unos momentos para reflexionar cada una de nuestras decisiones, palabras y acciones. Sinceramente, pienso que nos queda muchos estadios espirituales que avanzar, o bien, recibir la baraca divina para poder ser realmente conscientes del valor de cada segundo de nuestras vidas y, sobre todo, de la responsabilidad que tenemos en todos los ámbitos, como creyentes y siervos de Dios.


La zalá (oración) debería de servirnos como momento de reflexión, de recuerdo, de aproximación a nuestro Señor, de renovación del pacto que a Él debemos, de toma de consciencia y de conciencia de nuestra responsabilidad y, consecuentemente, de nuestra toma de cuentas el día en que nos encontremos con Al·lâh y nos juzgue por cada uno de nuestros actos.

No podemos avanzar – ni a nivel individual, y menos a nivel colectivo – si no intentamos extraer de cada zalá el mínimo alimento espiritual que nos ayude a vitalizar nuestros espíritus y a examinar a fondo lo más noble y lo más oscuro de nuestros egos. La oración es el rito por antonomasia donde alimentar nuestra espiritualidad, nuestro lazo indivisible con nuestro Creador. Debemos ser conscientes de lo que significa cada uno de los actos que desarrollamos en la zalá: la lectura de la palabra de Al·lâh; invocarle; recordarle; reverenciarle; y, lo más profundo y trascendente: postrarnos físicamente en el suelo con la faz en la tierra, para que no se nos olvide –aunque sólo sea con nuestro cuerpo–, a quién debemos nuestra total sumisión a su voluntad, que no a la nuestra. Nosotros, los musulmanes, no nos echamos al suelo en la oración, lo que hacemos es demostrar – aunque sólo sea físicamente quién es quién; quién es el Señor Todopoderoso y quién es el siervo.


Sin embargo, ¡cuán lejos se encuentra nuestro ego y nuestro corazón del significado de esa postración al suelo! ¡Cuán lejos nos encontramos de interiorizar esa postración, para que pase de ser una mera posición física a un estado espiritual! Nuestro corazón, en vez de sentir, vivir e interiorizar la magnificencia divina, se satura y deprime por asuntos mundanales, efímeros; y nuestro ego, una vez acabada la zalá – o, más bien, ese arrastre por tierra, para algunos – vuelve a alzarse, altanero, queriendo buscar – de nuevo – su posición en el mundo y, así, no sentirse un pobre desvalido.

Donde otros ven humillación y falta de libertad, nosotros sólo contemplamos – o así debería ser – disfrute y gozo en la entrega completa a aquel que nos ha dispuesto en este mundo, que se nos ha dado a conocer y, como bendita gracia, ha querido elegirnos de entre sus siervos para guiarnos al buen camino y hacer de nosotros musulmanes. Una gracia, ésta, que no sabemos valorar y, sobre todo, agradecer en la mayoría de las ocasiones; pues el agradecimiento no es una mera articulación bucal de alabanzas a nuestro Señor; el verdadero agradecimiento consiste en obrar y dedicar aquello que Él nos ha dado – la vida – en aquello que es de su complacencia.


Bien. Todo lo citado hasta ahora ha sido un preámbulo para un asunto importante al que invito a reflexionar. No podemos concebir ni programar ningún tipo de futuro para nosotros, a modo individual o colectivo, sin vivir despiertos en esa consciencia trascendental de la auténtica servidumbre sincera que, una vez encendida, reaviva nuestro corazón y toda nuestra existencia en aras de ser auténticos regentes (jalifah) de Al·lâh en este mundo.

Por desgracia, la falta de conocimiento y la mala comprensión, incluso, de los principios más básicos y fundamentales del Islam, hacen que en vez de avanzar con paso firme en nuestras vidas por el camino que Al·lâh nos ha marcado, nos encontremos más bien deambulando y dando tumbos de un lado a otro sin saber, realmente, a dónde vamos ni para qué estamos en marcha; sin contar el desconcierto y el despiste que produce la ebriedad de nuestro corazón y en nuestra mente por causa del disfrute falaz de todo cuanto este mundo (dunia) contiene. Es por ello por lo que, en muchas ocasiones, no nos sentimos realizados como musulmanes, pues le dedicamos tiempo – es decir, nuestra vida – a cosas que, realmente, no tienen sentido. Y quisiera recalcar esta palabra: el SENTIDO de nuestra vida.


Como he dicho antes, el único reto trascendental que tiene el ser humano en esta existencia es la de purificar su ego (tazkiyah an·nafs). No hay otro reto mayor que éste y, en él, reside absolutamente todo. Repito, TODO.

Por lo tanto, si queremos alcanzar cualquier meta que nos propongamos, tanto a nivel individual y, sobre todo, a nivel comunitario, no debemos de fijarnos en nada de cuanto nos rodea, más bien, debemos cerrar los ojos y profundizar en lo más adentro de nuestro ser; al lugar que sólo nosotros conocemos verdaderamente, para que a partir de ahí, y con la intención sincera de reformar y arreglar lo que en nosotros hay de mal, podamos sentirnos – que no ser – capaces como para comenzar a proyectar y construir un camino que nos conduzca a objetivos verdaderamente coherentes y consecuentes con lo que el Islam nos exige como musulmanes. Y ello, no puede concebirse sin una cosmovisión correcta del Islam; de saber, conocer y comprender las enseñanzas y principios de la misma esencia de nuestro din, algo que, como dijo el imam Ibnu Alqayyim – que Al·lâh le colme de misericordia: “sólo lo obtiene, quien ha mamado de los pechos de la shari’ah” ('ilâm almuwaqqi'în).

Si ello no hacemos, sólo nos espera el fracaso, por muchos esfuerzos que gastemos y por mucho tiempo que invirtamos en actos y obras que, únicamente, responden a intereses particulares, de nuestro ego, o bien, a conceptos desvirtuados y erróneos de un din, del que, por desgracia, nos encontramos cada día más lejos de poder entender en su esencia más básica y accesible.



Démonos cuenta que, los primeros pasos que se andan en el camino de la purificación espiritual, no deben ir dirigidos a adquirir estaciones (maqâmât) espirituales, sino todo lo contrario: de deshacernos de lo que nos sobra y que no deja lugar a otras. Me explico. Si queremos ser humildes, debemos deshacernos de toda la soberbia y el orgullo que nos corroe; si queremos degustar – aunque sea por un poco – el dulce gusto de la servidumbre a Al·lâh, debemos deshacernos de toda adoración a nuestro ego; si queremos ser más generosos, debemos deshacernos de la avaricia; si queremos ser buenas personas, debemos deshacernos del mal que llevamos por dentro;… nuestros corazones no pueden radiar la Luz divina si no lo limpiamos y le quitamos toda la inmundicia que lo cubre. Pues, tal y como ha dicho Al·lâh – ensalzado sea – en el Corán: “Al·lâh no ha dispuesto en el pecho de las personas dos corazones” (Sura 33 “los coaligados”: 4). Es decir, ante Al·lâh, no vale tener dos caras ni dos disposiciones, pues únicamente tenemos un corazón; y es a Él a quien debemos someterlo y entregarlo. Él sabe perfectamente lo que fluye por nuestro corazón: deseos, pasiones, sentimientos,... por lo tanto, por mucho que queramos aparentar de puertas a fuera algo, nuestro corazón es uno y, éste, atesora nuestra verdadera esencia e identidad. Por ello, no olvidemos las grandes palabras de nuestro amado profeta Mujámmad cuando dijo: "Ciertamente, Al·làh, no se fija ni en vuestro dinero ni en vuestra imagen, sino que se fija en vuestros corazones y en vuestras obras" (Transmitido por Muslim y otros eruditos del jadiz).

¡Meditemos...! (Continuará)

miércoles, 9 de abril de 2014

الشيخ منصور موطا - حول بعض التعليقات للدكتور سليمان الأشقر على كتاب "المستصفى" للإمام أبي حامد الغزالي

بسم الله الرحمن الرحيم

والصلاة والسلام على افضل المرسلين سيدنا محمد وعلى آله الطاهرين
وعلى أصحابه الغر الميامين.


لما قررتُ أن أقدم بحثي للتخرج حول النظريات المقاصدية عند الإمام حجة الإسلام أبي حامد الغزالي – رحمه الله تعالى رحمة واسعة – أخذتُ في مطالعة كتبه من أجل جمع المعلومات اللازمة للبحث الذي كنت قد تصديتُ له وهو "النظريات المقاصدية عند الإمام الغزالي من خلال كتابه: إحياء علوم الدين".

ومن الكتُب التي قرأءتُـها من أجل استخراج تلكم النظريات والإشارات المقاصدية، كان كتابه النفيس: "المستصفى".


فمن خلال قراءتي لكتاب "المستصفى" بتحقيق الدكتور محمد سليمان الأشقر – حفظه الله – استغربتُ من بعض التعليقات التي ذكرها الدكتور الاشقر في تحقيقه لكتاب الغزالي. منها تعليقه على بعض كلام الغزالي حول مسألة كلامية. 


ونص الغزالي في كتابه هو الآتي: (مسألة: هل يجب شكر المنعم عقلا)


لا يجب شكر المنعم عقلا، خلافا للمعتزلة، ودليله أن لا معنى للواجب إلا ما أوجبه الله تعالى وأمر به وتوعد بالعقاب على تركه. فإذا لم يرد خطاب فأي معنى للوجوب؟

ثم تحقيق القول فيه أن العقل لا يخلو: إما أن يوجب ذلك لفائدة، أو لا لفائدة. ومحال أن يوجب لا لفائدة، فإن ذلك عبث وسفه. وإن كان لفائدة فلا يخلو إما أن ترجع إلى المعبود، وهو محال إذ يتعالى (الله) ويتقدس من الأغراض".


والدكتور الأشقر يعلق على هذا الكلام بقوله: "يرى (بعض العلماء، ومنهم الغزالي) أن الله تعالى لا يفعل شيئا لغرض، توهما منهم أن من يفعل لغرض، فإن ذلك لنقص فيه يريد استكماله. وبهذا ردوا كثيرا من التعليلات الواردة في الكتاب والسنة، وتأولوها على غير تأويلها)"


 (المستصفى للإمام الغزالي – تحقيق الدكتور محمد سليمان الأشقر: 1-120، مؤسسة الرسالة، 1997م)


وانا – كما قلت – استغربتُ كثيرا من هذا الكلام، لان هناك فرقا معروفا بين كلام علماء الأصول وعلماء الكلام حول هذا الموضوع.

ذلك الفرق ذكره الدكتور سعيد رمضان البوطي قائلا: "قولهم (العلماء) في الأصول: أحكام الله مشروعة لمصالح العباد، وقولهم في علم الكلام: أفعال الله لا تُـعَــلل، غير واردين على مراد واحد لهم بالعلة. بقي الأمر الثاني الموهم للتناقض، هو ما اتفق عليه جميع القائلين بالقياس، من أن أحكام الله تعالى مشروعة لمصالح العباد، إذ أن هذا ينافي أن تكون العلل مجرد أمارات، ما دامت هذه العلل محكومة بالمصالح التي يقولون إنها أساس شرع الأحكام، وإذا فهو ينافي أيضا قولهم بأن أفعال الله تعالى لا يُـعَـلل". (ضوابط المصلحة في الشريعة الإسلامية: 96، للدكتور سعيد رمضان البوطي)



كما قلتُ، استغربتُ من كلام الدكتور الأشقر – حفظه الله – خاصة لما كان الغزالي أول من بسط القول في أهمية الاطلاع على حكَـم الشريعة ومعانيها. وهو أول من تكلم بتفصيل عن أسرار (أي المعاني والحكَـم) العبادات وأشار كذلك إلى بعض المعاني للمعاملات ولأحكام الله أخرى.


يقول الغزالي في كتابه "إحياء علوم الدين": (إن الطالب إن اكتفى بحفظ ما يقال كان وعاء للعلم ولا يكون عالما. ولذلك كان يقال: فلان من أوعية العلم. فلا يسمى عالما إذا كان شأنه الحفظ من غير اطلاع على الحكَـم والأسرار) (إحياء علوم الدين: 1 – 200)


ويقول في موضع آخر: "واعلم أن العالم لا يكون وارثا للنبي – صلى الله عليه وسلم – إلا إذا اطلع على جميع معاني الشريعة". (الإحياء: 3-20)


فكيف يقول الدكتور الأشقر إن بعض العلماء (ومنهم الغزالي) ردوا كثيرا من التعليلات الواردة في الكتاب والسنة؟! كيف والإمام الغزالي هو من قدم المادة العلمية التي أخذها الإمام الشاطبي – رحمه الله – لتأسيس علم مقاصد الشريعة؟! وقد ذكر الدكتور أحمد الريسوني – حفظه الله – في كتابه: "نظرية المقاصد عند الإمام الشاطبي" أن الإمام الشاطبي أخذ من الإمام الغزالي، وكثيرا ما يذكره في كتابه "الموافقات" ليستدل بكلام الغزالي على نظرياته.


وأذكر الآن أن شيخي الدكتور العربي البشري – حفظه الله – قد اقطرح لي أن أتصدى لتحقيق كتاب "المستصفى " للإمام الغزالي، إذ التحقيقات الموجودة في حاجة إلى تحقيق أكثر تفصيلا وتوضيحا. ولكني قد اخترتُ البحث في النظريات المقاصدية عند الإمام الغزالي قبل هذا الاقطراح.


أسأل الله أن يطول في عمري حتى أتصدى يوما من الأيام لذا الموضوع.